La Iglesia es madre de las mujeres que han abortado.


La Iglesia no condena a la mujer que aborta. Como madre solícita, tiene hacia ella una actitud de misericordia y la llama a una amorosa reconciliación.


Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres que habéis recurrido al aborto. La Iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado de una decisión dolorosa e incluso dramática.

Probablemente la herida no ha cicatrizado en vuestro interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo profundamente injusto [es decir, que el aborto es un acto grave por cuanto destruye a un ser humano no nacido]. Sin embargo, no os dejéis vencer por el desánimo y no abandonéis la esperanza. Antes bien, comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la Reconciliación [la Confesión]. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor. Ayudados por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida.

Por medio de vuestro compromiso por la vida, coronado eventualmente con el nacimiento de nuevas criaturas y expresado con la acogida y la atención hacia quien está más necesitado de cercanía, seréis artífices de un nuevo modo de mirar la vida del hombre.

Juan Pablo II, Carta Encíclica "El Evangelio de la Vida", 25 de marzo de 1995, número 99.

No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón, siempre que su arrepentimiento sea sincero. Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su iglesia Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado.

Catecismo de la Iglesia Católica, 11 de octubre de 1992, número 982.

"Al condenar el aborto como la matanza de una vida humana, la Iglesia no pretende condenar a la mujer que piensa abortar o que ya lo ha hecho...la Iglesia, como madre solícita, es capaz de comprender la tragedia interna que sufre el corazón de una madre que ha decidido matar a su propio hijo; y tiene hacia ella una actitud de compasión y la llama a una amorosa reconciliación."

S.E. Monseñor Rino Passigato, Arzobispo y Nuncio Apostólico en Bolivia, declaración publicada en The Catholic World Report, diciembre de 1997, p. 21.
Por: S.E. Monseñor Rino Passigato, Arzobispo y Nuncio Apostólico en Bolivia | Fuente: Vida Humana Internacional