Hoy es posible la alegría

Hoy es posible la alegría
«La primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca
al mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: ¡Alégrate! Cristo
nace de la alegría de Dios y muere y resucita para traer su alegría a este mundo
contradictorio y absurdo.
Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede obligar a que esté alegre
ni se le puede imponer la alegría por la fuerza. La verdadera alegría debe nacer y
crecer en lo más profundo de nosotros mismos.
De lo contrario; será risa exterior, carcajada vacía, euforia creada quizás en una
«sala de fiestas», pero la alegría se quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.
La alegría es un don hermoso, pero también muy vulnerable. Un don que hay
que saber cultivar con humildad y generosidad en el fondo del alma.
Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos
sobre la tierra? ¿Cómo se puede reír, cuando aún no están secas todas las lágrimas,
sino que brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras
partes de la humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la
guerra?
La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador,
el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de
bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos.
La alegría verdadera sólo es posible en el corazón del hombre que anhela y busca
justicia, libertad y fraternidad entre los hombres. María se alegra en Dios, porque
viene a consumar la esperanza de los abandonados.
Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los
que lloran. Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los
humillados. Sólo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a otros. Sólo
puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre
nuevo entre nosotros» (9).
Fuente: Que has hecho con tu hermano.