La partícula de Dios

La partícula de Dios
El bosón de Higgs

La comprobación de la existencia de esta partícula señala como la ciencia y la fe, no están en contraposición, sino que se complementan


Un amigo periodista, sabiendo que además de sacerdote, soy químico de profesión, me entrevistó en radio y me preguntó que si la expresión "partícula de Dios" , referida a una partícula sub atómica, más adecuadamente llamada "bosón de Higgs", no era un intento de negar la existencia de Dios y le comenté que no era así, pues incluso, quien acuñó el término de "partícula de Dios", para una novela de divulgación científica, el Premio Nobel de Física (1988), Leon Lederman, había señalado que demostrar la existencia del "bosón de Higgs" ayudaría a comprender mejor "cómo Dios hizo el universo".

La intención de los científicos europeos que dieron a conocer en Ginebra que habían comprobado la existencia de "la partícula de Dios", contando con la presencia del Doctor George Higgs, quien en los años sesenta propuso la existencia del "bosón", no es negar la existencia de Dios o distorsionar la imagen que de Él tenemos los creyentes.

Ciertamente la utilización del término "partícula de Dios", con el que también es conocido el "bosón de Higgs", a más de alguno le podría hacer pensar que Dios es materia y tiene partículas y por lo mismo es "medible" y "manipulable"; a otros les podría hacer suponer una especie de un "panteísmo", donde el conjunto del todo "hace a Dios" e incluso algunos podrían llegar a afirmar que "Dios no existe".

Contrario a esas posturas, la comprobación de la existencia de esta partícula señala como la ciencia y la fe, no están en contraposición, sino que se complementan, pues tienen como objeto común la verdad, a la cual se acercan de diversos modos. La ciencia a través de las causas segundas y la religión a través de la causa primera que es Dios. La ciencia pretende saber "el cómo", la religión nos dice "Quien".

Dios es el creador de todo cuanto existe, visible e invisible y se distingue de su creatura. Es Espíritu y por lo mismo es inmensurable, es decir no medible. Sin embargo esto no significa que no podamos reconocer su existencia a través de la razón y de la ciencia, las cuales nos proporcionan algunos datos sobre Dios. Él mismo, se autorevela veladamente en el Antiguo Testamento y plenamente lo hace en la persona de Cristo. Como un acto libérrimo de amor, se limita y toma nuestra condición humana, sin dejar de ser Dios, para redimirnos, para que lo conozcamos mejor, experimentemos su amor y sepamos que estamos llamados a la Vida Eterna; datos que conocemos porque el mismo Dios nos lo reveló por su amado Hijo, Jesucristo.
Por: Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz | Fuente: es.gaudiumpress.org(extracto)