SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO DISPUESTOS AL CONSUELO Y A LA LIBERTAD

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
DISPUESTOS AL CONSUELO Y A LA LIBERTAD
La mayor perfección de lo divino se ha manifestado en el ámbito de la misericordia
que consuela, ahí es donde está Dios y lo encuentran los limpios de corazón. Ahí
está también la verdadera fuente de la libertad, la que salta hasta la vida eterna e
inunda todos los corazones apagando la sed de la tristeza y de la soledad. Hoy el
pueblo está en peregrinaje y necesita sentir el abrazo del consuelo y los gestos de liberación
que trae el que nos salva, y que nos adentra en el paraíso de lo absoluto y lo
definitivo. Hoy como nunca nos toca la labor de allanar los senderos para que todos
puedan entrar en las sendas de la justicia verdadera, la que dota de sentido y justifica
toda vida que ha sido creada desde y para el amor.
TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
Is 40, 1-5. 9-11. Consolad, consolad, a mi pueblo.
Sal 84. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
II Pe 3, 8-14. Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Mc 1, 1-8. Allanad los senderos del Señor.
A LA LUZ DE LA PALABRA
Tiempo de consuelo y alegría
Casi siempre hemos entendido el adviento como un tiempo seco, duro, adusto y
áspero, en el que sólo tenían cabida la ascesis y la penitencia (de aquí el color mora-do de las vestiduras litúrgicas); un tiempo en el que apenas resonaba una palabra de
esperanza, aliento y consuelo (que parecía correlacionar mejor con las vestiduras
verdes). Sin embargo hoy todos estamos convencidos de que esto no es así; ya el pasado
domingo escuchábamos unas lecturas en las que se nos decía que Dios es nuestro
«padre» y que nosotros somos su «pueblo». Hoy, ante la petición que hemos dirigido
al Señor con palabras del Salmo 84: «muéstranos, Señor, tu misericordia y danos
tu salvación», escuchamos la respuesta divina:
• El II Isaías: «Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios» (¿existe algún
libro que comience mejor que éste?).
• La segunda carta de Pedro: «El Señor no tarda en cumplir su promesa».
• El evangelio de Marcos de un modo directo: «Jesús es el Buena Noticia».
Es una respuesta que se eleva por encima del pesimismo y la frustración humana,
como un canto de esperanza: El Dios que nos hace su visita no es el Dios del castigo, ni
del temor, sino el Pastor que consuela a su pueblo. Ésta es hoy su respuesta de consuelo a
nuestra necesidad de ser animados; y en esta respuesta consoladora sabemos que el Padre
siempre nos remite a su Hijo, como lo que es «El/La Buena Noticia»; pero en ese envío a
que nos encontremos con Él, siempre hay algo que nos desconcierta; pues, nos remite a su
propio Hijo como un «esperado», pero que siempre viene de modo «inesperado»; nos
orienta un «precursor», que nos invita a «preparar caminos» y «reorientar» nuestras vidas.
Pero en un espacio como el desierto, en el que no hay señales ni caminos que orienten; es
un lugar lejos de influencias, de los intereses y de los privilegios de los poderosos de este
mundo. Por eso, Juan es una persona libre, crítica y valiente; un rebelde.
Ir a nuestras raíces: radicales y originales
Quizá podamos decir que es el mismo mensaje, extraño y desconcertante, de todos los
advientos (y sin duda que es así); pero también es verdad que, como todos los advientos,
este mensaje vuelve a desconcertarnos, vuelve a «pro-vocarnos», sintiéndonos (en esa
«pro-vocación») llamados a ser «radicales» y «originales»; es decir, a ir a nuestras «raíces»
más auténticas. A buscar nuestros verdaderos orígenes. A descubrir en el desierto el valor
de lo que es esencial para vivir, como nos recuerda el Papa en su exhortación (86).
Y ahí (en lo más «radical» y «original» de nosotros mismos) nos sabemos invitados
a escuchar de nuevo esa Palabra que nos consuela en nuestro dolor, nos alienta
en nuestra desesperanza, y se nos acerca como «Buena Noticia». La Buena Noticia
de sabernos amados incondicionalmente por Dios: «Todo ser humano es objeto de la
ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosasangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente
sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega» (EG, 274).
Nuestra misión: consolar y liberar
Y, desde esta experiencia alentadora vivida, nos sabemos llamados a la misión
del consuelo y la libertad:
• Ser portadores de una palabra de consuelo hasta para aquéllos que, como los
judíos de la primera lectura, ya han perdido la esperanza. ¿Quiénes esperan
hoy nuestro consuelo y acompañamiento?
• Suscitar una esperanza activa en «unos cielos nuevos y una tierra nueva» en
quienes esta esperanza se encuentra mortecina, apagada. ¿Cómo empeñarnos
para suscitar ésos cielos nuevos y esa tierra nueva?
• Hacernos presentes en nuestra historia como «buena noticia» de aquél que es
«el/la Buena Noticia». Nuestras comunidades han de ser Buena Noticia para
todos, especialmente para los más pobres y desheredados.
Es, tal vez ante todo, una llamada a hacer efectivas (y afectivas) las palabras que
escuchábamos en el libro de Isaías: «Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro
Dios». Consolar en Isaías quiere decir liberar: «Se acabó el tiempo de la esclavitud…
Aquí está vuestro Dios para salvaros» (Is 40, 1 ss; y 49, 13; 51, 3.13). Estamos llamados
a ser profetas que consuelen: liberen, sanen, anuncien la aurora de la salvación, y
acompañen a las personas rotas, para que salgan del destierro en el que habitan.
Sin duda que deseamos hacerlo; por ello estamos celebrando el domingo aquí y
ahora todos reunidos, con el deseo de convertirnos, de cambiar de rumbo, queriendo
cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Queremos ser profetas de esperanza:
transformar todas nuestras energías en vehículos de creatividad, de fraternidad, de solidaridad,
de justicia y de consuelo. Por ello, una vez más, estamos dando gracias al Señor
en esta celebración de la Eucaristía, porque «Tú vienes, vienes, vienes siempre».
DOCUMENTACIÓN Y TESTIMONIO
Para dar de beber a los demás
En el contexto de «desertificación» espiritual en el que vivimos, el Papa Francisco
nos pide que seamos personas-cántaros para dar de beber a los demás.«En algunos lugares se produjo una «desertificación» espiritual, fruto del proyecto
de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas.
Allí “el mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota como una tierra
sobreexplotada, que se convierte en arena”. En otros países, la resistencia violenta al
cristianismo obliga a los cristianos a vivir su fe casi a escondidas en el país que
aman. Ésta es otra forma muy dolorosa de desierto. También la propia familia o el
propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y
tratar de irradiarla. Pero “precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de
este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia
vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el
valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos
los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados
de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe
que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida y de esta forma
mantengan viva la esperanza”. En todo caso, allí estamos llamados a ser personas-
cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una
pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó
como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza! (EG, 86).
Entablar encuentros verdaderos
Necesitamos entablar encuentros verdaderos, que humanicen; encuentros que hagan
emerger las potencialidades mutuas desde el amor:
Para ser un verdadero encuentro, mutuamente personalizador, éste ha de ser auténtico
y profundo. Precisa del reconocimiento del otro como sujeto, asimétrico a
nosotros pero completamente igual en dignidad. Y necesita del cimiento de la solidaridad
y del amor.
Debemos entender esa relación amorosa como la que genera actitudes y conductas,
no sólo sentimientos. Comportamientos que hacen del otro legítimo interlocutor,
persona con todas las letras.
Se construye el encuentro “confiando” y “acompañando”, pero siempre partiendo
de las potencialidades. Eso es lo único que permite al ser humano un desarrollo
en plenitud. Todo encuentro con el otro, así vivido, remite en última instancia al Totalmente
Otro “¿Qué has hecho con tu hermano?” (6)
«“Él nos amó primero”. Como dice el Papa Francisco en su exhortación Evangelii
gaudium, la aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo
con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones
una primera y fundamental reacción: “desear, buscar y cuidar el bien deEsta experiencia es la que nos posibilita y habilita para amar, para salir de nosotros
y abrir los ojos y el corazón al encuentro de todo lo creado, en especial, del ser
humano. Es el motor que nos impulsa a fijarnos en lo que pasa en nuestro entorno y
en lo que pasan muchos de los que están en nuestro entorno. Como expresa Vicente
Altaba, es la llamada a observar bien, a estar atentos, a mirar conscientemente, a
darnos cuenta de la realidad social, económica y política que nos envuelve, porque
en ella podemos escuchar el susurro de Dios que se nos manifiesta y habla en sus
criaturas y en lo que el Concilio Vaticano II llamó los signos de los tiempos.
Hoy estos signos claman al cielo, como la sangre derramada por Caín, y nos interpelan:
¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho? “Lo que hicisteis a uno de estos hermanos
míos más pequeños, me lo hicisteis a mí” (Mt 25, 40). Lo que hagamos a los demás tiene
una dimensión trascendente: “Con la medida con que midáis, se os medirá” (Mt 7, 2).
Tenemos la libertad de elegir. Responder a nuestra vocación de fraternidad, manteniendo
así el vínculo de reciprocidad y de comunión, o traicionarla, dejando paso
al egoísmo y a la indiferencia en nuestra vida.
Pero resulta difícil mirar hacia otro lado. No podemos vivir ajenos al drama de
los cerca de 6 millones de personas que no tienen trabajo, a lo eres o a los cierres de
cientos de empresas, a los jóvenes excluidos del mercado de trabajo y con horizonte
incierto, al 1.770.000 familias con todos sus miembros en paro y que no llegan a fin
de mes con escasas posibilidades de procurar alimento y bienestar básico a sus hijos.
Es imposible no sentir, no escuchar, no querer ver. La respuesta de Caín, “¿soy acaso
guardián de mi hermano?” (Gen 4,), se convierte hoy en una pregunta homicida que
tiene que interpelarnos porque nos hace cómplices. Nuestra dignidad humana no nos
permite ocuparnos sólo de lo nuestro, ni dejarnos indiferentes ante el derroche de los
poderosos y el hambre de los pobres. Hoy también, miles de años después, el dolor del
pueblo de Dios, el dolor de la gran familia humana llega a nosotros como a Moisés:
“Ve, pues yo te envío al Faraón para que saques a mi pueblo de Egipto” (Ex 3, 9-10).
Ha llegado el momento de conmovernos y movernos, de salir de nuestra tierra, nuestra
casa, a otra tierra de paz y prosperidad, y a otra casa que sea hogar de comunión,
pero para llegar allí antes deberemos cargar los unos con los otros, acompañarnos y acogernos,
y estar dispuestos a transitar caminos y lenguajes nuevos de justicia, austeridad,
de trabajo y bienestar para todos, más allá de nuestro intereses personales e individuales.
Soy guardián de mi hermano, soy guardián de sus derechos, de los nuestros, de
los que nos hacen persona. Sin los derechos humanos no podemos abrir la puerta de
un orden civil acorde a la dignidad humana. Todos, somos guardianes de la verdad,
de la libertad, de la justicia, del amor.

Todos somos convocados por Dios a vivir la fraternidad, la mesa compartida,
construyendo y rehabilitando la vida desde una nueva forma de relación con el otro.
Porque el ejercicio universal de la dignidad humana es posible (Victor Renes),
estamos llamados a vivir con una mirada alternativa, creadora, que es capaz de hacer
posible lo imposible».
CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
• En tus experiencias de desierto, ¿has llegado a descubrir qué es lo esencial
para vivir, y qué es lo que necesitas relativizar? ¿Cuáles son las cosas
necesarias?
• ¿Quiénes son los que hoy en tu contexto vital esperan consuelo y acompañamiento?
• ¿Quiénes son los que hoy en el mundo y en tu comunidad son profetas
que liberan, sanan, anuncian la aurora de la salvación y acompañan a las
personas rotas?
• Nuestras acciones para ser significativas deben anunciar, desvelar, encarnar
y proponer otro modelo de sociedad, el modelo del Reino, ¿qué acciones
podemos realizar personal y comunitariamente que ayuden a preparar
el camino al Señor?
Fuente: Del libro "¿Qué has hecho con tu hermano?"