¿Qué hace Dios cuando calla?
Nos hace falta un espacio interior de soledad y silencio para escuchar a Dios.
Sabemos que para rezar nos hace falta un espacio interior de soledad y silencio para escuchar a Dios. Un vacío de ruidos, de distracciones, de inquietudes, una atmósfera de paz interior donde Dios pueda hablar. Nos esforzamos por buscar un buen momento, un lugar tranquilo, la ocasión serena para el encuentro. Cuando por fin lo logramos, le abrimos el corazón a nuestro Señor esperando que Dios responda, que nos hable. Y su frecuente silencio nos sorprende, nos desilusiona, nos preocupa, nos hace sufrir. Nos da la impresión de que allí "no pasa nada".
¿Seguro?
Del amanecer y del atardecer, encendidos de fuego, del esplendor del sol al mediodía, no se escucha siquiera un crepitar;
de noche, las estrellas, el manto azulado de la luna, nos envuelven en silencio.
Te adentras en el desierto y todo es silencio.
Escalas las alturas, y hallas silencio.
Buceas en las profundidades del océano, y la vida bulle en sus entrañas en completo silencio.
La brisa sopla en silencio.
Todo lo manso, lo sereno, lo más bello de la creación, resplandece en silencio.
Las grandes obras de la vida y de la naturaleza, nacen y se desarrollan en silencio.
Un bebé se gesta en silencio.
Los árboles crecen en silencio.
Las madres amamantan en silencio.
Los capullos revientan y las corolas se abren en silencio.
Nuestro cerebro funciona en el más perfecto silencio, como ningún ordenador ha logrado igualarlo.
Lo más humano. Los más bellos encuentros, los gestos más significativos, suelen darse en silencio.
Las miradas más expresivas se cruzan en silencio.
La sonrisa siempre es silenciosa.
Las caricias se deslizan sin ruido.
La presencia, la compañía, son realidades, por sí mismas, que se bastan calladas.
El amor se alimenta y se expresa sin necesidad de palabras.
El bien no hace noticia. Se difunde, penetra y cala inadvertido como el rocío, al que nadie ha visto ni oído llegar.
Nos gusta contemplar en silencio, espontáneamente, los eventos de calidad: el público calla para escuchar una sinfonía, para asistir a un partido de tenis en un "gran slam", para admirar una obra de arte en un museo.
El estupor contiene la respiración. El asombro ante lo bello, lo verdadero, lo bueno, lo que supera en grandeza cuanto habíamos conocido, "nos deja mudos".
También el artista calla mientras interpreta, mientras pinta, mientras crea.
Así como el científico, el investigador, el escritor, el filósofo, el matemático, mientras escudriñan los misterios de la ciencia, del cosmos, de la verdad.
Y sin embargo cuando oramos, nos inquieta que Dios calle. ¿Por qué? ¿por qué nos duele su silencio?
A lo mejor nos vendría bien preguntarnos ¿qué hace Dios cuando calla? Por: Angeles Conde | Fuente: la-oracion.com
Del amanecer y del atardecer, encendidos de fuego, del esplendor del sol al mediodía, no se escucha siquiera un crepitar;
de noche, las estrellas, el manto azulado de la luna, nos envuelven en silencio.
Te adentras en el desierto y todo es silencio.
Escalas las alturas, y hallas silencio.
Buceas en las profundidades del océano, y la vida bulle en sus entrañas en completo silencio.
La brisa sopla en silencio.
Todo lo manso, lo sereno, lo más bello de la creación, resplandece en silencio.
Las grandes obras de la vida y de la naturaleza, nacen y se desarrollan en silencio.
Un bebé se gesta en silencio.
Los árboles crecen en silencio.
Las madres amamantan en silencio.
Los capullos revientan y las corolas se abren en silencio.
Nuestro cerebro funciona en el más perfecto silencio, como ningún ordenador ha logrado igualarlo.
Lo más humano. Los más bellos encuentros, los gestos más significativos, suelen darse en silencio.
Las miradas más expresivas se cruzan en silencio.
La sonrisa siempre es silenciosa.
Las caricias se deslizan sin ruido.
La presencia, la compañía, son realidades, por sí mismas, que se bastan calladas.
El amor se alimenta y se expresa sin necesidad de palabras.
El bien no hace noticia. Se difunde, penetra y cala inadvertido como el rocío, al que nadie ha visto ni oído llegar.
Nos gusta contemplar en silencio, espontáneamente, los eventos de calidad: el público calla para escuchar una sinfonía, para asistir a un partido de tenis en un "gran slam", para admirar una obra de arte en un museo.
El estupor contiene la respiración. El asombro ante lo bello, lo verdadero, lo bueno, lo que supera en grandeza cuanto habíamos conocido, "nos deja mudos".
También el artista calla mientras interpreta, mientras pinta, mientras crea.
Así como el científico, el investigador, el escritor, el filósofo, el matemático, mientras escudriñan los misterios de la ciencia, del cosmos, de la verdad.
Y sin embargo cuando oramos, nos inquieta que Dios calle. ¿Por qué? ¿por qué nos duele su silencio?
A lo mejor nos vendría bien preguntarnos ¿qué hace Dios cuando calla? Por: Angeles Conde | Fuente: la-oracion.com