¿Eternamente provisionales?
La verdad no pasa nunca de moda. El amor será siempre actual...
Una madre preguntaba no hace mucho a un educador: “¿cómo puede un joven escapar de los muchos condicionamientos externos y mantenerse simultáneamente al paso de los tiempos? Creo que los jóvenes de hoy tienen muchas energías positivas, pero poco sentido de responsabilidad. La sociedad los educa a decisiones provisionales, por ejemplo en el trabajo, a cosas de poca duración...”
El ritmo de la vida moderna nos ha acostumbrado a cambios cada vez más frenéticos. Si antes una familia tenía sus momentos de convivencia y diálogo, ahora el deporte, la televisión, los amigos en el bar, o algún que otro pequeño trabajo urgente han disgregado lo que fue en otro tiempo un grupo unido y armónico. Además, los adolescentes y los jóvenes se sienten bombardeados, hoy más que nunca, por las modas. Cromos, dibujos animados, series de televisión, cantantes de moda, juegos electrónicos cada vez más absorbentes y estrambóticos... se suceden a tal velocidad que los padres no acaban de emitir un juicio sobre la utilidad o peligro de una moda cuando ya se encuentran con que se está imponiendo algo nuevo...
En medio de las prisas y las tensiones del mundo electrónico, conviene descubrir aquellos valores que no pasan, que señalan y definen en su núcleo más profundo el corazón de cada hombre y mujer. La gratitud hacia quienes nos hacen un favor; la generosidad para con todo aquel que nos pida algo conveniente; la alegría de poder dar nuestro tiempo en favor de un necesitado; la fidelidad al amor matrimonial; la dedicación de los padres a la alimentación y cultura de los hijos, y de los hijos a ayudar en todo a sus padres. Estos y otros muchos valores configuran lo más profundo del corazón de cada ser humano, lo que lo define y no está sujeto al primer capricho del humor o a las situaciones cambiantes del tiempo, de la bolsa o de los precios en el mercado...
Unos padres de familia, un equipo de maestros de una escuela, no podrán correr siempre según el ritmo de las novedades del mercado global. Con un poco de suerte y de tiempo lograrán estar al tanto de aquello que más destaca, y orientar sobre el correcto uso de cada producto que nace en el horizonte de la vida. Pero no siempre podremos controlar todo lo que cae en las manos de nuestros hijos. Por eso, junto al necesario trabajo de actualización, los padres y educadores podrán enseñar siempre aquellos valores que nunca pasan, aquellos principios que son capaces de configurar toda una vida, y que ayudarán a las nuevas generaciones a juzgar por sí mismos sobre lo que importa y sobre lo que es sólo pérdida de tiempo, si es que no llega a ser una moda peligrosa y des educativa.
Vale la pena este esfuerzo. El resultado será un mundo un poco más sereno y unos jóvenes capaces de decisiones estables y profundas. No podemos ser eternamente provisionales. La verdad no pasa nunca de moda. El amor será siempre actual. Este es el reto de nuestra sociedad. El triunfo está al alcance de todos, si sabemos, eso sí, poner lo que esté de nuestra parte para lograrlo. Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
El ritmo de la vida moderna nos ha acostumbrado a cambios cada vez más frenéticos. Si antes una familia tenía sus momentos de convivencia y diálogo, ahora el deporte, la televisión, los amigos en el bar, o algún que otro pequeño trabajo urgente han disgregado lo que fue en otro tiempo un grupo unido y armónico. Además, los adolescentes y los jóvenes se sienten bombardeados, hoy más que nunca, por las modas. Cromos, dibujos animados, series de televisión, cantantes de moda, juegos electrónicos cada vez más absorbentes y estrambóticos... se suceden a tal velocidad que los padres no acaban de emitir un juicio sobre la utilidad o peligro de una moda cuando ya se encuentran con que se está imponiendo algo nuevo...
En medio de las prisas y las tensiones del mundo electrónico, conviene descubrir aquellos valores que no pasan, que señalan y definen en su núcleo más profundo el corazón de cada hombre y mujer. La gratitud hacia quienes nos hacen un favor; la generosidad para con todo aquel que nos pida algo conveniente; la alegría de poder dar nuestro tiempo en favor de un necesitado; la fidelidad al amor matrimonial; la dedicación de los padres a la alimentación y cultura de los hijos, y de los hijos a ayudar en todo a sus padres. Estos y otros muchos valores configuran lo más profundo del corazón de cada ser humano, lo que lo define y no está sujeto al primer capricho del humor o a las situaciones cambiantes del tiempo, de la bolsa o de los precios en el mercado...
Unos padres de familia, un equipo de maestros de una escuela, no podrán correr siempre según el ritmo de las novedades del mercado global. Con un poco de suerte y de tiempo lograrán estar al tanto de aquello que más destaca, y orientar sobre el correcto uso de cada producto que nace en el horizonte de la vida. Pero no siempre podremos controlar todo lo que cae en las manos de nuestros hijos. Por eso, junto al necesario trabajo de actualización, los padres y educadores podrán enseñar siempre aquellos valores que nunca pasan, aquellos principios que son capaces de configurar toda una vida, y que ayudarán a las nuevas generaciones a juzgar por sí mismos sobre lo que importa y sobre lo que es sólo pérdida de tiempo, si es que no llega a ser una moda peligrosa y des educativa.
Vale la pena este esfuerzo. El resultado será un mundo un poco más sereno y unos jóvenes capaces de decisiones estables y profundas. No podemos ser eternamente provisionales. La verdad no pasa nunca de moda. El amor será siempre actual. Este es el reto de nuestra sociedad. El triunfo está al alcance de todos, si sabemos, eso sí, poner lo que esté de nuestra parte para lograrlo. Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net