Vídeo de Como confesarme...



Dios en medio de su infinita bondad sabe que los seres humanos necesitamos de signos sensibles para poder experimentar de manera concreta las realidades invisibles. Nadie se siente perdonado si al pedir disculpas recibe a cambio el silencio de su agresor; necesita un gesto, una palabra, un signo de perdón. Este signo sensible del perdón de Dios se hace concreto en las palabras del sacerdote en el momento de la absolución. Dios realmente nos perdona, borra de nuestro corazón la herida de pecados reales, de faltas conscientes y vergonzosas; pues su misericordia es capaz de restablecer nuestros corazones y devolvernos un espíritu nuevo, renovado en su gracia, en amistad y cercanía con Él.
¿Por qué no valorar entonces el gran regalo de este sacramento? ¿Por qué privarnos del impulso de gracia que nos otorga el recibirlo solo por vergüenza o miedo? Ya nos decía un santo: El demonio te quita la vergüenza al pecar y te la devuelve aumentada al confesarte. No permitamos que la vergüenza o el miedo nos mantengan alejados de la bondad de Dios un Padre Bueno que nos espera en el confesionario con el mismo abrazo con el que abrazó al Hijo pródigo. Acudamos a su encuentro y pidámosle que sane las heridas de nuestro corazón y que nos mantenga cada día más unidos a él.

Recordemos las palabras del Papa Francisco: 
“Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.
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