Reflexión en la Festividad del Rosario desde el evangelio de Lucas 10,38-42.Carmelo Guerra Sánchez.7/10/2025
Queridas familias y amigos en el Señor:
Hoy celebramos con alegría y devoción la festividad de la Virgen del Rosario, una fiesta profundamente mariana que nos invita a mirar con amor y gratitud a la Madre de Jesús, la mujer que supo escuchar, acoger y vivir la Palabra de Dios. Y el Evangelio que acabamos de escuchar, el de Marta y María, ilumina muy bien el corazón de esta celebración.
Jesús entra en casa de sus amigas. Marta, siempre atenta, se esfuerza en atender al Maestro; María, en cambio, se sienta a sus pies y lo escucha. Marta se inquieta, se agobia, y le pide a Jesús que le diga a su hermana que la ayude. Pero el Señor, con ternura, le responde: “Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas, y solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte”.
Esta escena tan sencilla encierra una enseñanza profunda. Marta representa la acción, el servicio, el trabajo diario; María representa la escucha, la oración, el silencio ante Dios. Jesús no corrige el servicio de Marta —porque servir también es amar—, pero le recuerda que antes de hacer cosas por Él, debemos estar con Él. Solo quien escucha la Palabra con el corazón abierto puede servir con amor verdadero.
Y en este punto, podemos mirar a la Virgen María, a quien hoy honramos bajo el título del Rosario. Ella une en su vida lo que en Marta y María parece estar separado. María fue contemplativa y activa: escuchó la Palabra en Nazaret, la meditó en su corazón, y la puso en práctica sirviendo a Dios y a los demás. Fue al encuentro de su prima Isabel, acompañó a su Hijo en su vida pública, y permaneció fiel al pie de la cruz. Todo lo hizo desde una profunda vida interior, desde una oración constante y confiada.
El Rosario que hoy celebramos es precisamente una escuela de oración. Al rezarlo, aprendemos de la Virgen a contemplar el rostro de Cristo. Cada misterio nos lleva a un momento de la vida del Señor, y al repetir con fe las palabras del “Ave María”, nuestro corazón se va uniendo al de su Madre. No se trata de una repetición sin sentido, sino de un ritmo sereno que nos introduce en la paz de Dios. Es como un camino que nos conduce al centro del Evangelio, a Jesús mismo.
En un mundo lleno de prisas, preocupaciones y ruidos, el Rosario nos invita a detenernos y escuchar. Nos enseña, como a Marta, que lo primero no es correr, sino poner a Cristo en el centro. Y desde esa escucha, podremos servir con alegría, sin perder la paz.
Pidamos hoy a la Virgen del Rosario que nos ayude a encontrar ese equilibrio entre la oración y la acción; que nos enseñe a rezar con el corazón, a escuchar al Señor en el silencio y a servir con amor en lo cotidiano. Que nuestras familias vuelvan a descubrir la belleza del Rosario, rezándolo juntos, dejándose iluminar por los misterios de Cristo.
Que María, nuestra Madre, nos acompañe y nos conduzca siempre a su Hijo Jesús, para que, como ella, sepamos decir cada día: “Hágase en mí según tu palabra”.
Carmelo Guerra Sánchez.
7/10/2025