Reflexión:" Llamados a ser santos de hoy", Día de Todos los Santos. Carmelo Guerra Sánchez.
Hoy celebramos el Día de Todos los Santos, una fiesta luminosa que no mira solo a los grandes nombres del santoral, sino también a todas esas personas anónimas que vivieron el Evangelio en el día a día. Personas que quizás nunca tuvieron una aureola, pero sí un corazón lleno de Dios.
Jesús, al proclamar las Bienaventuranzas, nos muestra un camino distinto al que propone el mundo. No nos habla de éxito, poder o fama, sino de humildad, misericordia, paz y pureza de corazón. Nos enseña que la verdadera felicidad, esa que no se apaga con los problemas, nace cuando dejamos que Dios transforme nuestro modo de mirar y vivir.
Hoy, en un mundo que corre, compite y presume, Jesús nos invita a detenernos y mirar la vida desde otra perspectiva:
“Bienaventurados los pobres de espíritu”: en una sociedad que mide el valor por lo que uno tiene, Jesús nos recuerda que la riqueza está en el corazón libre, en quien confía más en Dios que en las cosas.
“Bienaventurados los que lloran”: porque incluso en el dolor, si lo vivimos desde la fe, descubrimos la cercanía de Dios que consuela.
“Bienaventurados los mansos”: en un tiempo de violencia verbal y redes sociales cargadas de odio, ser manso es ser valiente: elegir la paz sobre la agresión.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”: son los que no se conforman con la indiferencia, los que luchan por un mundo más justo, los que denuncian la corrupción y defienden la dignidad humana.
“Bienaventurados los misericordiosos”: cuando el juicio y la crítica abundan, la misericordia es un acto de resistencia cristiana.
“Bienaventurados los limpios de corazón”: porque solo quien vive con transparencia puede ver a Dios incluso en lo cotidiano.
“Bienaventurados los que trabajan por la paz”: y no solo la paz global, sino la paz en casa, en la familia, en el trabajo, en el propio corazón.
“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia”: porque hay quienes, por mantenerse fieles a sus valores, sufren rechazo, pero siguen siendo luz.
Los santos que hoy celebramos vivieron así. No fueron superhéroes, sino hombres y mujeres que pusieron el Evangelio en práctica en su día a día: amando cuando era difícil, perdonando cuando dolía, compartiendo cuando escaseaba.
Y hoy nos toca a nosotros continuar esa historia de santidad. Ser santos en la oficina, en casa, en el colegio, en el tráfico, en las redes… ser santos del día a día, con un corazón sencillo que intenta hacer el bien y dejar el mundo un poco mejor.
Ser santo no es ser perfecto, sino dejar que Dios actúe en nosotros. Las Bienaventuranzas son el retrato del corazón de Cristo… y la invitación a dejar que ese corazón se parezca cada vez más al nuestro.
¡Feliz Día de Todos los Santos!. Hasta pronto.
Carmelo Guerra Sánchez
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