Meditaciones de Adviento y Navidad 2015. Ciclo C.

DOMINGO 10 DE ENERO 2016
          EL BAUTISMO DEL SEÑOR.(Termina Tiempo Navidad)

VIVAMOS COMO PERSONAS BAUTIZADAS EN EL ESPÍRITU DE JESÚS.


1. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán y, si nos atenemos a los que nos dicen los evangelios, podemos deducir que los discípulos de Jesús realmente fueron bautizados en el Espíritu de Jesús el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo incendió sus corazones con lenguas de fuego. Es probable que el evangelista, Lucas, cuando escribió esto, estuviera pensando en la fiesta de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo incendió el corazón de los discípulos con lenguas de fuego. Aquello fue un auténtico bautismo, que convirtió a unos discípulos huidizos y miedosos en predicadores y evangelizadores intrépidos del evangelio de Jesús. Refiriéndonos ahora a nosotros, los cristianos, que hemos sido bautizados en el nombre de Jesús, debemos vivir como personas llenas de Dios que, en medio de nuestras debilidades, actuamos movidos siempre por el Espíritu de Jesús. Los bautizados en el Espíritu de Jesús seguimos siendo unas personas inclinadas al pecado, pero con el deseo sincero y auténtico de vencer el pecado. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir movidas y dirigidas por el Espíritu de Dios, personas incendiadas por la pasión evangelizadora de Jesús, personas empeñadas en construir en este planeta tierra el reino de Dios. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir como personas llenas de Dios que, en medio de sus debilidades, actúan movidas siempre por el Espíritu. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir movidas y dirigidas por el Espíritu de Dios. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir predicando el amor a Dios y al prójimo, vivir en la fraternidad universal, en la justicia misericordiosa, sembrando paz y esperanza en este mundo lleno de egoísmos y ambiciones, de guerras y discordias. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir como discípulos del que quiso nacer y vivir como pobre, del que vivió luchando contra unos poderes políticos y religiosos que querían hacer de la religión un mercado y un negocio al servicio de los más ricos y poderosos. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es seguir al Cristo que prefirió morir en una cruz, antes que callarse y claudicar ante jefes y autoridades ambiciosas y corruptas. Vivir, en fin, como personas bautizadas, es intentar vivir como vivió nuestro Maestro, Jesús de Nazaret.

2.- Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Para nosotros, los cristianos, el siervo de Yahvé es Jesús de Nazaret, el que fue bautizado en el Jordán por Juan el Bautista. Él vino a implantar el derecho en la tierra, pero no quiso hacerlo con las armas, ni con una doctrina intolerante y opresora; no quiso quebrar la caña cascada, ni apagar el pábilo vacilante. Vino a abrir los ojos a los ciegos y la prisión a los cautivos; quiso ser alianza de los pueblos y luz de las naciones. A este siervo de Yahveh, a este Jesús de Nazaret, es al que debemos convertirnos, del que debemos revestirnos, cuando intentamos vivir como personas bautizadas en su Espíritu. El siervo de Yahveh, en este siglo XXI, el actual discípulo de Jesús, bautizado en su Espíritu, debe ser una persona mansa y humilde, luchadora contra las injusticias de este mundo y anunciadora de un reino de justicia, de amor y de paz.

3.- Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo. Este es el mejor propósito que podemos hacer todos los que deseamos vivir como personas bautizadas: pasar por la vida haciendo el bien. Haciendo el bien sin distinción de personas, sean estas de la nación que sean. Se trata de curar a todos los que se ven obligados a vivir oprimidos por el diablo, bien sea por el diablo del pecado, del hambre, o de la enfermedad, o de la tiranía, o del materialismo consumista. Vivir como personas bautizadas en el Espíritu de Jesús es vivir haciendo el bien, como lo hizo durante toda su vida, aquí en la tierra, Jesús de Nazaret.

4.- El Señor bendice a su pueblo con la paz. Pues recemos hoy todos con el salmo 28 y pidamos fervientemente al Señor que Él nos bendiga a todos con su paz, especialmente a los más la necesiten.
Por Gabriel González del Estal

"AL PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA..."(3-01-16)

JESUCRISTO ES LA PALABRA Y SABIDURÍA DE DIOS.



1.- La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. En la liturgia de este segundo domingo de Navidad repetimos el tema y el mensaje propio de la Navidad, meditando sobre Jesucristo como Palabra y Sabiduría del Padre. Todos los días, cuando el lector acaba de leer la primera o la segunda lectura de la Biblia invita al pueblo a alabar a Dios, diciendo “Palabra de Dios”, a lo que el pueblo responde diciendo “te alabamos, Señor “. Nosotros, cuando oímos decir “Palabra de Dios” debemos pensar que es Dios mismo el que nos ha hablado, con palabras necesariamente humanas y, por tanto, en cuanto humanas, imperfectas. Porque es verdad que hay lecturas que, literalmente, no son fáciles de interpretar como palabras de Dios, en cuyo caso debemos fijarnos, más que en las palabras literales en sí, en el mensaje religioso que quieren transmitirnos. A veces, la letra, nos dice san Pablo, mata, pero el espíritu siempre vivifica. Cuando oímos decir “palabra de Dios” lo que tenemos que hacer es alabar a Dios por el mensaje de salvación que toda lectura bíblica quiere transmitirnos, aunque a veces, repito, el mensaje haya sido transmitido con palabras humanas muy imperfectas. La Palabra de Dios siempre debe ser luz que alumbre nuestro caminar por este mundo, debe ser la Luz que esté siempre encendida en la casa de nuestro corazón, donde vivimos. Recibir a Cristo en Navidad es eso: dejarle ser la Luz de nuestra vida, nuestro camino, nuestra verdad en nuestro diario vivir. Porque, como repetimos en el salmo responsorial: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

2.- La sabiduría abre la boca en la asamblea del Altísimo. En esta primera lectura del libro del Eclesiástico la Sabiduría está personificada en una criatura a la que Dios creó antes de los siglos. Los cristianos siempre hemos identificado esta sabiduría con Cristo, al que el Padre envió a nuestro mundo para que residiera en su Iglesia y en el corazón de cada uno de los creyentes. No caigamos en la tentación de identificar la Sabiduría divina con la ciencia humana. Una persona puede ser religiosamente muy sabia, aunque sea, científicamente, muy inculta. La Sabiduría es siempre un don de Dios, mientras que la ciencia es una conquista humana, siempre digna, por supuesto, de respeto y admiración. Para ser religiosamente sabios tenemos que dejarnos iluminar por la luz de Cristo y esto podemos y debemos hacerlo, seamos o no personas, científicamente, cultas o incultas.

3.- Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Es conveniente, y necesario, fijarnos en que lo que nos dice la lectura es que la santidad a la que Dios nos llama sólo se consigue por el amor. Debemos actuar, pues, en consecuencia, poniendo siempre amor en todo lo que hagamos. Un amor cristiano, es decir, un amor hecho de humildad, de fortaleza, de verdad y de justicia. De un amor que sea lo más posible una copia del amor de Cristo, algo evidentemente muy difícil de conseguir, pero imprescindible para ser verdaderos santos, tal como Dios quiere y espera de cada uno de nosotros. Pidámoslo así al Señor en este segundo domingo de Navidad.
Por Gabriel González del Estal


SANTA MARÍA MADRE DE DIOS(1-01-16)

CON LA PUERTA DE LA MISERICORDIA: SANTA MARÍA MADRE DE DIOS.


Iniciamos este primer día del Año 2016 de la mano de Santa María, Madre de Dios. Desde los primeros siglos de nuestra era cristiana, Ella –María-, se convirtió no solamente den Madre de Dios sino, además en Madre nuestra. Con doble motivo, en este Año de la Misericordia, la vemos junto a Aquel que es pórtico, umbral y garantía de camino con final en los brazos de Dios: Cristo. Ella, no es “puerta de la misericordia” pero está junto a Aquel que lo es y, Ella, es Madre de Misericordia. Refleja, perfectamente, la síntesis de la Convocatoria del Año Jubilar por parte del Papa Francisco: “La misericordia es la viga de la iglesia”. ¿No lo es, acaso, la dulzura, esperanza, humildad, entrega, confianza y pobreza de María? Con razón pues, en este primer día del Año, podemos decir: ELLA ESTÁ JUNTO AL LADO DE AQUEL QUE ES PUERTA DE MISERICORDIA.

1. Santa María, Madre de Dios, nos ayuda y nos invita a comenzar con buen pie este Año Nuevo. Y, si es Año Nuevo, hay que arrancar también las 12 páginas que hemos ido pasando en estos meses anteriores:

- Dejemos atrás la página de la tristeza. Estamos llamados, contemplando el rostro de Jesús, a disfrutar de la vida. Un disfrute que será bueno y eterno si lo hacemos con la ayuda de nuestra fe. Dios ha venido como Señor de la alegría.

- Dejemos atrás la página del odio. Todos, en algún momento, hemos levantado el hacha de guerra en diversas circunstancias y por variados motivos. La Reina de la Paz, la Virgen María, nos recuerda que como cristianos hemos de ser hacedores de paz y no guerrilleros.

- Dejemos atrás la página del rencor. No es bueno atesorar malos momentos, malas experiencias. Recordemos lo bueno y lo potenciemos. Olvidemos lo malo y entremos sin reservas en este Año Nuevo

- Dejemos atrás la página de la duda. Un mundo sin fe se queda en nada. Agarrémonos a Dios. Creer y esperar sólo en el hombre, en el progreso, en la ciencia, no nos asegura nada ni facilita mucho las cosas.

- Dejemos atrás la página de la superficialidad. Seamos más profundos. Si Dios dejó el cielo por estar con el hombre, por hacerse hombre. ¿Cómo no vamos, en contraprestación, a dejar nuestros pequeños paraísos para conocerle más y mejor?

- Dejemos la página de la cobardía. Un cristiano que no da testimonio es como una chimenea que adorna una casa pero por la cual, al no salir nunca humo, denota que existe poco calor y escaso fuego en su interior. Es hora de desprendernos de la concha de la vergüenza apostólica. Ser cristiano significa comprometerse con la fe, con Cristo los 12 meses venideros.

- Dejemos atrás la página de nuestros defectos. No es suficiente ser conscientes de ellos; no nos podemos amparar en el “somos humanos y todos erramos”. Un nuevo año es una nueva oportunidad que Dios nos da para escribir de nuevo una historia de esperanza, de amor, de ilusión y de alegría con la pluma de nuestra fe.

- Dejemos atrás la página de la ingratitud. Seamos más agradecidos. Reconozcamos, a los que nos rodean o trabajan con nosotros, los pequeños detalles que nos brindan cada día.

- Dejemos atrás la página de la violencia. Que nuestras palabras sean más agradables; que nuestras actitudes sean más constructivas; que nuestra crítica sea más objetiva y menos interesada. Que el terrorismo sea pronto un punto negro, pero en nuestra memoria.

2. Estamos ante la más popular y antigua fiesta de María: Santa María, Madre de Dios. Los cristianos, en este año que se inicia pedimos la protección de Dios con una antigua fórmula que el Señor, a través de Moisés, confió a los sacerdotes para que la pronunciaran sobre el pueblo y que hemos leído en la Primera Lectura: "Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz." Pasarán las hojas del calendario y, ojala con esas hojas, sean fecundas también nuestras buenas obras, nuestro encuentro con los demás, el crecimiento espiritual de cada uno de nosotros, la comunión con la Iglesia que desea vida nueva para nuestra existencia, la renovación de nuestras familias desde el temple evangélico o la sensibilidad con los más desfavorecidos.

Año Nuevo sólo será posible si, en verdad, cambian las estructuras y –en esas estructuras- damos lugar no a ideologías que lo desbaratan todo sino a ideas que son comunes a todos y que pueden aportar reconciliación, paz, progreso (del bueno y no sectario) y sobre todo sentimientos de paz y de esperanza. Que Santa María, Madre de Dios, nos acompañe en este itinerario. Que el Año Nuevo no sea una simple copa de burbujas venida a menos y que, el Año Nuevo, no se convierta en muletilla obligada de una sociedad de consumo. Feliz Año Nuevo de la mano de la Virgen María. Con Ella, estoy seguro, el calendario será hoja de ruta y no sólo hojas que caen al suelo.
Por Javier Leoz.


LA SAGRADA FAMILIA(28-12-15)


FAMILIA, HOGAR DE LA MISERICORDIA.

1.- La familia, Iglesia doméstica. Celebramos este domingo con gran gozo la solemnidad de la Sagrada Familia, en el marco del año dedicado a la misericordia, que nace del corazón de Cristo. Este año se convierte para toda la Igle­sia en un gran eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y de­cidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda y de amor. Que nunca nos cansemos de ofrecer misericordia y seamos siempre pacientes en el confortar y perdonar. Que cada familia se haga voz de cada hombre y mujer y sea un hogar donde sanar las heridas del corazón. Hagamos nuestro el lema de este año: «Familia, hogar de la misericordia». Que la Sagrada Familia sea un punto de referencia en nuestros hogares. Que, poniendo en el centro el Evangelio, como Buena Noticia, la sepamos transmitir con alegría. Que esta celebración nos ayude y haga de nuestros hogares ver­daderas Iglesias domésticas, y lugares de encuentro y misericor­dia.

2.- El amor es la base de la familia; el amor en palabras de San Pablo a los Colosenses, es el ceñidor de la unidad consumada. Del amor nacen la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, todas las virtudes que adornan y sostienen la vida del matrimonio y la comunidad. Si falta el amor todo se derrumba. Pero, ¿qué es amar? No es "poseer" al otro, no es "utilizar" al otro, no es "servirse del otro". Amar es darse, entregarse, es una "autodonación" de tu propia vida. Es tener al otro como en un pedestal valorando todo lo bueno que tiene y disculpando sus defectos, ¿quién no los tiene? Algunos se empeñan en poner en crisis la institución familiar, sin darse cuenta de que si la familia se viene abajo se derrumba también la sociedad. Pero amor sigue reinando, a pesar de todo.

3.- Nazaret es la primera escuela de amor, donde empieza a entenderse la vida de Jesús. El contempló la actitud de sus padres y lo asumió. Hoy día la familia sigue siendo la primera escuela, donde el niño se impregna de los auténticos valores. Los niños son esponjas, que observan e imitan lo que hacen los padres. La familia, iglesia doméstica, es la primera escuela de educación en la fe, es donde se asume la actitud ante la sociedad y el prójimo. Cuando faltan estas experiencias fundamentales es el conjunto de la sociedad el que sufre la violencia y se vuelve, a su vez, generador de múltiples violencias. El consumismo, el individualismo, la incomunicación, la falta de maduración y de auto-entrega son los auténticos enemigos de la familia. Esto hace que muchas personas busquen únicamente su propio bien o interés personal, arrinconando a los ancianos porque estorban, retrasando la llegada de los hijos porque son una carga para "el disfrute de la vida". Puede que se paguen las consecuencias de esta actitud egoísta e inmadura. La familia de Nazaret pasó por muchas dificultades económicas y sociales, pero todo lo superó porque estaba cimentada en la roca firme del amor y de la confianza en Sigue triunfando el amor y nadie podrá detener la energía y el calor que irradia un hogar donde se vive de verdad la mutua entrega. El amor es algo más que un sentimiento. Así lo expresa esta parábola:

“Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: "Ámala". Luego se calló. "Pero es que ya no siento nada por ella", insistió el esposo. "Ámala", respondió el sabio. Y ante el desconcierto del esposo, después de un oportuno silencio, el viejo sabio agregó lo siguiente: "Amar es una decisión, no un sentimiento. Amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo que invita a la acción y el fruto de esa acción es el Amor. El Amor es un ejercicio de jardinería: arranca lo que hace daño, prepara el terreno, siembra, sé paciente, riega y cuida. Debes estar preparado porque habrá plagas, sequías y exceso de lluvias....más no por eso abandones tu jardín. Ama a tu pareja, es decir, acéptala, valórala, respétala, dale afecto y ternura, admírala y compréndela. Eso es todo: ¡Ámala!”
Por José María Martín OSA
     MISA DE NOCHEBUENA.(24-12-15)
                   La misericordia de Dios llena la tierra.     

Con los primeros compases del Año de la Misericordia celebramos, en esta Noche Santa, un gran prodigio, realidad y misterio: ¡DIOS SALE AL ENCUENTRO DEL MUNDO! Hoy, sin dudarlo, sentimos que la MISERICORDIA DEL SEÑOR llena la tierra, se pone a sus pies. Pongámonos, también nosotros, al lado del Señor y le digamos la siguiente oración: Señor; gracias por compartir nuestras miserias. Gracias porque, estando en el cielo, te dignas habitar en este mundo donde a veces es un poco infierno. ¡Gracias!

1. Hoy, en esta Misa del Gallo, surge un canto desde lo más hondo del alma creyente: ¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS! ¡GLORIA A DIOS QUE TANTO A LOS HOMBRES EL AMA! Tanto nos ama que, su misericordia, no tiene límites: se hace carne de nuestra carne.

Y, este gozo, lo expresamos y lo celebramos en familia y con los amigos, en la Iglesia y en la calle. Nada, ni nadie, puede ocultar o acallar el mensaje de esta Noche Santa: Dios ha venido al mundo. Dios se ha dignado a tomar nuestra condición humana. ¡Qué Misterio! ¡Cómo es Dios! No es misa del gallo, es mucho más, es el canto de los que creemos y celebramos que, Cristo, se hizo carne mortal en la tierra.

Como a los pastores, que de noche velaban sus rebaños, también a nosotros se nos anuncia un mensaje de salvación: “Ha nacido el Salvador”. Ellos, los rabadanes, no lo dudaron: cogieron lo poco que tenían, dejaron su ganado y se pusieron en marcha para contemplar lo que, en aquella noche, era auténtica ganancia de vida, de salvación, de emoción y de alegría: ¡Dios en la tierra!

Hoy, en esta noche de tantos recuerdos, sentimientos, emociones y también ausencias, sentimos sobre todo una presencia: DIOS, a través del portal de su misericordia, cruza el umbral del cielo para presentarse en la tierra. ¿Seremos capaces de abrir nuestros soportales para sentir, amar, adorar y cantar todo esto?

2. Hemos escuchado el Evangelio y, con palabras que calan en aquellos que las escuchan, hemos comprendido que Dios nos ama mucho y bien. Que nadie, como Dios, desea para la humanidad una puerta abierta a tantos aprietos, interrogantes, crisis, desamores, pobrezas, sufrimientos, preocupaciones y esclavitudes. La Misa del Gallo, antes de que gran parte del mundo escuche la noticia de que Jesús ha nacido, nos envuelve en la claridad del rostro de Jesús Niño. Un Dios que, sin hablar, nos lo dice todo. Un Dios que, sin posibilidad de expresarse, en su humildad nos hace postrarnos en tierra y adorarle porque lo es todo.

En esta Noche Santa y misteriosa, Dios revoluciona al mundo. Deja la zarza, la boca de los profetas, los signos prodigiosos, el mar partido en dos y se hace presente en los brazos de una Madre. ¿Acaso esto no es nuevo y revolucionario? ¿No lo es un Dios anonadado, silencioso, humilde, pobre, desvalido?

En esta Noche Santa, con sabor a cielo, como los pastores regresaremos a nuestras casas dando gloria a Dios por todo lo que hemos visto y oído. Si Dios se hace hombre (qué bien lo expresó Ortega) ser hombre es lo más importante de la tierra. ¿O no?

Canta el gallo, aparece la estrella, suben y bajan ángeles enloquecidos, voltean las campanas y… gran parte de la humanidad, aunque no lo haga toda, cantamos y celebramos lo que la Navidad contiene y nos trae: DIOS CON NOSOTROS. En esta noche, la PUERTA DE LA MISERICORDIA, se llama Belén. Quien la cruza hacia allá, se encuentra con el AMOR DE AMORES. Quien la atraviesa hacia el mundo, se encuentra con mendigos que claman y piden amor. ¡FELIZ NAVIDAD! ¡FELIZ NOCHE SANTA PARA TODOS!

Por Javier Leoz
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           4º.DOMINGO DE ADVIENTO.(20-12-15)
                         

                         Lo dicho se cumplió.
                   Lo prometió el Señor.

Lecturas: Miq 5,1-4; S 79; Hb 10,5-10; Lc 1,39-45

Por fin llega ya. El Señor está a la puerta. “Cielos, destilen el rocío; nubes, derramen la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación” (Is 45,8). Así dice la antífona de entrada prevista por la liturgia de hoy. El rocío, la victoria, la salvación señalan a Jesús salvador.
La primera lectura nos recuerda la profecía de Miqueas. Miqueas vive y profetiza al mismo tiempo que Isaías. Con toda claridad predice que el Mesías nacerá en Belén. Es la aldea originaria de David, a quien Dios por el profeta Natán ha prometido que el Mesías será un descendiente suyo, “el jefe de Israel” (v. 2S 7.12-17). Pero la profecía puede indicar algo más: “Su origen se remonta a los tiempos antiguos, a los días pasados”. Estas palabras de modo oscuro dicen también del origen divino y eterno del Mesías.
Esta profecía se une a la de la virgen de Isaías, la madre del Emmanuel, Dios con nosotros, garantía de salvación de Israel, es decir de la Iglesia, que pastoreará a todos los hombres, “hasta los confines de la tierra”, siendo “él mismo nuestra paz” (Is 7,14; Miq 5,3-4). Por eso la Iglesia le pide en el salmo responsorial: “Ven a salvarnos…Ven a visitar tu viña (la Iglesia)…” “Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que Tú fortaleciste”, que es nuestra cabeza y de cuyo cuerpo somos miembros, hemos pedido. De esta forma “no nos alejaremos de Ti: danos vida para que invoquemos tu nombre”.  
 La segunda lectura está tomada de la carta a los Hebreos. Esta carta enseña que Cristo es el ahora sumo sacerdote, que con su sacrificio en la cruz ha satisfecho plenamente por los pecados de todo el género humano. El texto revela que Jesús desde el primer momento de su existencia humana, que fue el de su encarnación y concepción virginal en el seno de María, aceptó su destino y la voluntad del Padre de padecer la muerte en la cruz por nuestros pecados y así satisfacer con su obediencia todas nuestras desobediencias.
Así “cuando Cristo entró en el mundo”, es decir cuando tomó la naturaleza humana en el seno de María, entonces “dijo”. ¿Quién? y ¿a Quién dijo? La carta cita el salmo 40 y en él el futuro Mesías habla con Dios. “Tu no quieres sacrificios ni ofrendas”, se refiere a los sacrificios del Antiguo Testamento en el magnífico templo de Jerusalén. “Pero me has preparado un cuerpo”, es su cuerpo humano concebido y crecido en el seno de María. “No aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias”, todos aquellos sacrificios de animales, pese a su magnífica apariencia no tienen valor bastante para expiar los pecados de la humanidad. “Entonces yo dije lo que está escrito en el libro”; entonces, en ese momento de mi entrada en este mundo, cuando fui concebido, dije lo del libro; va a citar el salmo que se refiere al Mesías salvador prometido, salmo 40, 7-9: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Sigue luego otra explicación de lo dicho pero con otras palabras. “Primero dice: no quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias –que se ofrecen según la ley (del Antiguo Testamento).–Después añade: Aquí estoy yo ahora para hacer tu voluntad”. Que es la cruz, como lo afirma repetidamente. “Niega lo primero”, el valor de los sacrificios del templo; “para afirmar lo segundo”, el cumplimiento de la voluntad del Padre hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,8).
“Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre”. Sólo gracias al valor de esa muerte de Cristo, sin necesidad de más sacrificios, nosotros podemos por la fe hacer nuestros sus méritos y hacernos así santos.
Esto se produce ya a partir de la encarnación en el seno de María. Lo canta el texto del evangelio. Es inmediato al final de la entrevista de María y el ángel Gabriel. María ha aceptado. En su seno y de su carne Dios ha creado un cuerpo humano, que ha sido asumido por el Hijo, la segunda persona de la Trinidad. El Verbo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, se ha hecho hombre. La historia del hombre en la tierra ha dado un salto de calidad.
El evangelio es la inmediata continuación de la anunciación del ángel, aceptación de María y concepción de Jesús en su seno. Habiendo escuchado María que Isabel estaba de seis meses, fue “aprisa”. La acogida cordial de Jesús dinamiza en servicio del prójimo; el mismo espíritu navideño que nos empuja hacia los demás con felicitaciones, buenos deseos, obsequios y reconciliaciones nos lo confirma. El Espíritu de Jesús no encapsula en nosotros mismos sino que lleva a servir a los demás.
“En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. “Se llenó Isabel del Espíritu Sano y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”. María lleva siempre a Jesús, necesariamente nos acerca a Él y hace que nos llenemos del Espíritu Santo, nos hace conocer la presencia de Jesús, nos llena de alegría y fortalece la fe... Es un error craso de los hermanos separados el prescindir de María en la relación con Dios y con Jesús. La escritura señala su presencia activa en la  obra de Cristo en la encarnación, en Caná al comienzo de la vida pública, en la hora suprema de la cruz, en la oración que da luz a la Iglesia en Pentecostés. Y la historia sigue confirmando la presencia maternal de María en el caminar de la Iglesia a través de tantas gracias, tantos santuarios de bendiciones y milagros, tantas apariciones, tantas conversiones. “¡Dichosa tú, que has creído!, pues lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. En este año de la misericordia, le pedimos que nos la aumente. Madre de la Iglesia, Madre de la misericordia.
P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.


          3º.DOMINGO DE ADVIENTO.(13-12-15)
             El domingo de la alegría.

Tal vez algunos lo hayan advertido. Parece haber contradicción entre el evangelio y los otros textos litúrgicos. Las dos primeras lecturas estimulan el sentimiento de alegría ante la perspectiva de la venida del Señor en Navidad: “Regocíjate…alégrate y goza de todo corazón”. “Griten jubilosos”. “Estén siempre alegres en el Señor…El Señor está cerca”. En la oración colecta, que expresa la petición central al Señor en este domingo hemos pedido “llegar a la Navidad –fiesta de gozo y salvación– y poder celebrarla con alegría desbordante”. Sin embargo en el evangelio se nos vuelve a recordar la necesidad de corregir nuestra conducta, de convertirnos: “El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene... No extorsionen, no denuncien en falso… Viene uno con más poder que yo… separará el trigo de la paja, recogerá el trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”.
En realidad no hay contradicción. La auténtica liberación del hombre es la de quedar libre de su pecado. Y nadie puede liberarse de sus pecados sin la acción de Jesucristo. Por eso la gran noticia para todos los hombres ha sido y es que “ha llegado” ya nuestro Salvador. Se ha inaugurado por fin la historia del perdón y de la gracia.
Porque Dios Padre por el gran amor con que nos amó y nos ama, habiendo pecado el hombre y perdido la gracia, la dignidad y el don de su filiación y de formar una familia con Él, prometió y cumplió el remedio enviando a su Hijo unigénito para hacerse hombre en el seno de la Virgen María, enseñar lo que cada hombre debería hacer para recuperar lo perdido, y merecerlo para todos ellos con su obediencia al Padre hasta la muerte cruz.
En el orden de los acontecimientos humanos, de lo que se designa como “historia” (aunque el momento cumbre será el de su muerte en el Gólgota) momento clave del comienzo de esta obra salvadora es el del nacimiento del Hijo de Dios en Belén. La Navidad es por eso el primer acontecimiento histórico que hace visible la decisión salvadora de Dios. La Iglesia lo celebra con alegría, con las expresiones más grandes de alegría y de agradecimiento a Dios por su decisión, por la “terquedad”, digamos, de librar a los hombres de sus pecados. Nadie tiene más motivos que nosotros, los que tenemos fe, para la alegría.
La 1ª lectura fue dirigida por el profeta a los desterrados en Babilonia. Ciro había decretado el final de su destierro. Todos podían volver a su país. Una explosión de alegría se produjo en todos ellos. Dios lo hizo, Dios influyó en el corazón de Ciro. El profeta lo celebra y anima a celebrarlo: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena”.
La “hija de Sión”, “Israel” y “Jerusalén” representan a la Iglesia, el rey Ciro representa a Jesús. En la Navidad Dios viene, Dios salva. Para aquellos israelitas la vuelta a pie desde Babilonia a Palestina suponía un esfuerzo enorme. Pero se dispusieron a hacerlo con gran alegría. Merecía la pena. Tal vez hay quienes sienten como muy duro dejar una vida de pecado y volver. Pero la alegría de verse libre del pecado y encontrarse con Cristo merece la pena por muchos años que se lleven en destierro. Hagan suyo el canto responsorial, tomado de Isaías: “¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!”.
San Pablo, encarcelado, insiste en lo mismo a sus queridos filipenses: “Estén siempre alegres en el Señor. Estén alegres. Que todo el mundo les conozca a ustedes por su bondad. El Señor está cerca”. La cercanía de Dios, si es que se le ama, da paz y alegría. Estén alegres porque el Señor está cerca, porque les ama (no lo olviden), porque les ha perdonado, porque quiere darles su gracia para ayudarles y para que puedan ver su rostro y amarle en su esposo/a, en sus hijos/as, en sus padres, en sus amigos y en sus enemigos. La familia es la primera gruta de Belén donde encontrar a Cristo. Y entonces oren, supliquen y den gracias. Sobre todo den gracias ¡por tantas cosas! Es muy bueno, para tener siempre a Dios presente, la costumbre de darle gracias con frecuencia. Es verdad que entonces “la paz de Dios custodiará sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús”.
Y, como la gente, también nosotros hacemos la pregunta: “¿Entonces qué hacemos?”. Porque el misterio de Belén no nos debe dejar pasivos ni indiferentes. Y la respuesta es la misma: No importa lo que somos. Cambiemos. Si el pecado todavía nos tiene aprisionados, hagamos el esfuerzo; confiemos; podemos liberarnos. El egoísta, que sólo piensa en sí mismo, que se vuelva a descubrir las necesidades de los demás y las remedie cuando puede; que dé de lo que le sobra a quien no tiene nada. El que tiene poder y fuerza, que no abuse de él, sino que lo use para servir. Renovarse en el Espíritu. Abrirse a toda virtud. Quitar de sí el egoísmo y el pecado. Esforzarse en obrar bien, en hacer el bien a todos, en aprender, como los pastores, las lecciones que Belén nos da.

Enseña San Ignacio que el Espíritu, a los ya convertidos del pecado que se esfuerzan en practicar mejor toda virtud, les comunica paz y alegría intensas. Nadie dejemos estos días de ir a Belén, de vivir de su alegría, de hacerla crecer, de hacer que con ella nuestro corazón se acerque más a Dios. Belén es una buena escuela y José, María y el Niño muy buenos maestros.
P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

           2º.DOMINGO DE ADVIENTO.(6-12-15)

              Navidad para el año de la misericordia.       

Lecturas: Ba 5,1-9; S 125; Flp 1,4-6.8-11; Lc 3,1-6


Este año el texto evangélico de la misa será el de San Lucas. Es un personaje extraordinariamente interesante. No era judío ni conoció personalmente a Jesucristo. Nació en Antioquía, ciudad entonces importante  del imperio romano. De padres paganos, debió convertirse al cristianismo en su patria. Porque en Antioquía se formó pronto una comunidad cristiana vigorosa y fue allí donde los cristianos comenzaron a ser llamados así: “cristianos”. Escribió su evangelio y también “Los hechos de los Apóstoles”, que es continuación del Evangelio. Ambos escritos muestran a su autor como muy culto y muy buen escritor. Su lengua natural era el griego y son con ventaja sus escritos los mejores del Nuevo Testamento. Las cartas de San Pablo nos dan datos interesantes de sus conocimientos en medicina y en jurisprudencia. Tanto el Evangelio como Los Hechos de los Apóstoles están dedicados a un cristiano amigo suyo llamado Teófilo, que también parece que era de clase social y cultura elevada. Lucas acompañó a Pablo al menos en su segundo viaje apostólico y en el último viaje a Roma, en donde permaneció mucho tiempo acompañando a Pablo encarcelado. Una teoría bien fundamentada afirma que Lucas fungió de abogado defensor en el juicio de San Pablo y que Los Hechos de los apóstoles es la defensa jurídica de San Pablo ante el tribunal imperial.
Precedido por dos capítulos sobre el nacimiento y vida oculta de Jesús, sigue el evangelio con el texto de hoy. Es el comienzo de la vida apostólica. Como ya lo venía haciendo, Lucas muestra su sentido de la historia y así lo primero que hace es precisar con cuidado el momento. Señala con precisión el año, quienes gobernaban en Palestina y en Roma, de cuyo imperio formaba parte la región en que Jesús hizo su obra; da los nombres de todos los gobernantes civiles, las zonas de su autoridad,  y por fin las autoridades religiosas judías. Indica muy bien cómo surge el movimiento religioso que produce la aparición de Juan el Bautista y el interés que suscita.
Todos esos datos y nombres están confirmados por documentos de indudable valor histórico. Ello confirma el pretendido valor histórico del evangelio de Lucas y confirma lo que dice al principio del libro en su dedicatoria a Teófilo. Ha decidido escribírselo “después de haber investigado todo diligentemente desde los orígenes para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (Lc 1,3-4).
Juan aparece de repente en la zona ribereña del río Jordán, que es la zona más oriental de la presencia judía entonces. Es posible que hubiese pasado años en la zona vecina del desierto, formando parte de los esenios, especie de monjes dedicados a la oración, estudio de la Sagrada Escritura y penitencias, las ruinas de cuyo monasterio están muy cerca (Lc 1,80). Jericó y el camino normal de Galilea a Jerusalén pasan por allí, lo que hace posible que Juan Bautista se hiciese encontradizo con grupos que caminaban a Jerusalén con o sin motivos religiosos y les dirigiese su mensaje. La noticia se extendió rápidamente. Juan anunciaba la próxima llegada del Mesías liberador, que esperaba la gente, y predicaba la conversión de los pecados y el perdón de Dios, que se expresaba con el rito del bautismo (también practicado por los esenios).
Con Juan volvían aquellos profetas de su historia, enviados de Dios, que el pueblo conocía y cuya palabra se releía con frecuencia en la sinagoga. Y así lo recordaba el mismo Juan, citando a Isaías: “Una voz grita en el desierto”; era la de Juan. “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”; es decir: hagan fácil que el Señor entre en sus corazones y los cambie. “Elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo áspero se iguale” “Y entonces todos verán la salvación de Dios”.

La Navidad de este año, la del Año de la misericordia, debe ser algo especial. Hemos de prepararnos para gracias grandes. Las lecturas del libro de Baruc con el salmo responsorial y de la carta a los Filipenses tratan de forzar a nuestra esperanza para que se abra con confianza a gracias grandes. A los desterrados en Babilonia, símbolo de los que se alejaron de la Iglesia, los anima a la vuelta rápida y gloriosa. Dios los guiará, allana los caminos, “les mostrará su misericordia”, “el Señor ha estado grande con ellos”. A sus queridos cristianos de Filipos, estando en la cárcel, les dice que “reza por ellos” y “con gran alegría”, pidiendo que “su amor siga creciendo más y más en conocimiento y sensibilidad para todo”. Habla de amor a Jesucristo y al Padre, y del amor a los hermanos que es su fruto y que nos debe distinguir a los cristianos. No nos limitemos en conservar el grado de fe, de esperanza y de caridad, de las virtudes teologales que tenemos, ni de las demás virtudes ni dones que tenemos de Dios. Trabajemos por crecer en todas ellas, esforzándonos en aumentarlas.
P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

            1º.DOMINGO DE ADVIENTO.(29-11-15)

    Se nos van a manifestar la bondad y el amor de Dios.

Lecturas: Jer 33,14-16; S. 24; 1Tes 3,12-4,2; Lc 21,25-28

Las fiestas en la Iglesia son más que un mero recordar el pasado. Vuelven a repetirse aquellas gracias en todo su cuerpo y en cada uno de sus miembros. En la próxima Navidad Jesús vuelve, renace en su pueblo, que es la Iglesia, y en cada uno de nosotros. La liturgia nos prepara para ello.
La primera lectura de hoy es una profecía que Jeremías pronuncia en las más trágicas circunstancias propias y de su pueblo. Jerusalén está cercada por las tropas del rey Nabucodonosor. Buena parte de la ciudad está ya destruida. Es un castigo por no haber escuchado la profecía del profeta que llamó a la conversión y a rendirse ante los invasores, que no eran sino un castigo de Dios. Jeremías está encarcelado por el rey judío Sedecías para evitar así su muerte a manos de su propio pueblo por traidor. 

Es en tales momentos cuando Jeremías recibe esta palabra profética, con la que Dios renueva su protección y la salvación futura del pueblo judío con el descendiente de David, que a éste había prometido por el profeta Natán (2S 7,12-16).

Jerusalén e Israel son símbolo de la Iglesia futura. El sucesor de David será Cristo. En Él se cumplirá la profecía hecha a Natán. Él hará justicia y derecho en la tierra. Se trata de la justicia salvífica de Dios, la salvación del pecado, de las rebeldías con Dios. Y “en aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén –es decir en la Iglesia– vivirán tranquilos, y la llamarán así: Señor, nuestra justicia”– nuestra salvación.

Al elegir esta lectura litúrgica, la Iglesia nos indica que nosotros nos hallamos en situación parecida. Pero, por difícil que sea, Dios no abandona a la Iglesia. “Yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos”. “En aquellos días”, en estos días, que estamos viviendo, en esta Navidad, se vuelve a cumplir la promesa y Dios derramará su gracia abundante y salvadora sobre nosotros con toda seguridad y en este Año de la fe.

Por eso levantamos el alma, como hemos orado en el salmo de respuesta; levantemos hacia Dios el alma, que Él nos enseña el camino por muy pecadores que seamos, y nos hará caminar a los humildes; que lo encontramos en el camino de la misericordia y de la lealtad a su promesa de no abandonarnos jamás. Preciosa la oración del salmo 24, que podemos repetir una y otra vez (es una forma de oración muy fácil).

Las dos cartas a los tesalonicenses son las más antiguas entre las que tenemos de San Pablo. Cercana a Filipos, Tesalónica fue evangelizada por Pablo en su segundo viaje. Pablo les escribe desde Corinto. Timoteo le ha traído buenas noticias de su caminar cristiano. Pero la vida cristiana es esencialmente progreso. Pablo les estimula a crecer aun más en el amor entre ellos y hacia todo el mundo, para que, cuando se presente Cristo (ellos y Pablo en ese momento creen que la llegada de Cristo y fin del mundo están cercanos) “se presenten santos e irreprensibles ante Dios”. Así hay que proceder y seguir adelante progresando; no es nuevo; que recuerden la instrucción que les dio “en nombre del Señor Jesús”.

Recordando la primera venida de Jesús, la Iglesia sabe que, al acogerla con fe, Jesús quiere volver a renacer en nuestros corazones por su gracia. Para toda la Iglesia y para cada uno viene el Señor con una gracia muy especial en este Año de la fe. Agrandemos nuestra capacidad de recibir a Cristo. Esto se hace con el esmero en la caridad y en toda virtud. Insistamos con confianza en el esfuerzo y en pedir la gracia necesaria.

El evangelio de hoy es una perícopa, un fragmento tomado del discurso profético de Jesús sobre la destrucción del templo de Jerusalén y el final del mundo, del que aquella sería un símbolo. Jesús insiste en ambos casos a sus discípulos en que sean vigilantes. Los exegetas coinciden en que los versículos leídos hoy se refieren al fin del mundo. El texto distingue a los discípulos de los hombres en general; se supone que serán los que no han creído. “Quedarán sin aliento por el miedo” y “verán al hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y gloria”.

En cambio a los discípulos, a los que hayan creído, anima el Señor a que “alcen la cabeza, porque se acerca su liberación”. No es una mala noticia para ellos; al contrario es buena, pues su liberación está a la puerta. Pero les advierte de que “tengan cuidado; que no se les embote la mente con los vicios y la preocupación por el dinero y no tengan tiempo para arrepentirse”. “Estén siempre despiertos, pidiendo fuerza y mantenerse en pie ante el Hijo del Hombre”.

Aunque de forma distinta cada Navidad repite la venida de Cristo con su gracia a toda la Iglesia y a cada uno de nosotros. Vuelve a suceder lo que le recuerda San Pablo a su discípulo Tito: “También nosotros fuimos insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros. Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, Él nos salvó por su misericordia por medio de Jesucristo para que por su gracia fuésemos constituidos herederos de vida eterna. Es cierta esta afirmación y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras” (Ti 3,3-8).

Que la Virgen María nos acompañe ya desde ahora y nos ayude.
P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.