Reflexiones sobre la Cuaresma de nuestro párroco.


Ha comenzado la Cuaresma y vamos a tener este apartado nuevo dedicado a la reflexión.
Una reflexión para cada semana de cuaresma realizada por nuestro párroco el Rvdo.Don Miguel Ant. Lantigua Barrera, deseando que les sirva para el discernimiento interior, aquí les dejamos la primera.

1º Reflexión semanal.

La cuaresma es una oportunidad que nos brinda la liturgia de la Iglesia, tratemos de vivirla en toda su riqueza. Riqueza que nos llega por la Palabra de Dios, por las celebraciones, por la oración de la comunidad, por lo que los demás nos aportan y sobre todo por la acción salvadora de Dios. Con frecuencia seguimos asociando la cuaresma a viejas normas y a costumbres que hoy nos resultan pesadas y sin mucho sentido. Es importante que vivamos esta cuaresma con nueva ilusión. Ilusión ante la oportunidad que Dios nos da para renovar nuestra vida, para disfrutar más de Él, para vivir de una manera más humana y más feliz.

Dios quiere renovarnos, quiere rejuvenecernos, no quiere dejarnos envejecer. Normalmente pensamos que nuestra vida se envejece con el paso de los años, pero quizás no sean los años lo que más envejezcan nuestra vida. Nos envejecemos cuando no tenemos ilusión ni esperanza, cuando pensamos que ya nada puede cambiar, cuando nos resistimos a renovarnos. En esta renovación no importa la historia de nuestra vida. No olvidemos que Dios es capaz de escribir recto en los renglones torcidos de nuestra historia.

Los actos y las costumbres se repiten pero la acción de Dios siempre es distinta. Lo que el Señor nos está pidiendo, lo que Él quiere hacer en nosotros es diferente. Por eso la Cuaresma puedes ser una oportunidad para:
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Encontrarnos con el Señor de una forma más viva, más profunda, más intensa. Con frecuencia nuestra relación con Dios es una relación rutinaria, sostenida por costumbres: rezar, venir a misa, etc. No es una relación de afecto, de necesidad de Dios, de ilusión por Dios. Necesitamos enamorarnos del Señor, progresar en esa relación afectiva.
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Ilusionarnos por vivir el evangelio. El evangelio no acaba de ser la pasión de nuestra vida. Escuchar, leer, meditar, orar el evangelio para ir, poco a poco, haciéndolo vida. Con frecuencia el evangelio no es referente a la hora de actuar, de decidir, etc. Nuestra vida se va alejando del evangelio. Con frecuencia llevamos una doble vida: la de nuestra relación con Dios y la que vivimos cada día lejana al evangelio. La cuaresma nos invita a convertirnos al evangelio. Es la invitación del gesto de la imposición de la ceniza: “Conviértete y cree en el evangelio”. Necesitamos evangelizar nuestra vida. Evangelizar nuestra vida es tratar de vivirla con el estilo de vida de Jesús. Que en nuestra manera de pensar y de actuar refleje el mensaje de Jesús.
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Mejorar nuestras relaciones con los demás. En la vida de cada día las relaciones con los demás se mejoran o se deterioran. Desde la clave de la fe deben responder al precepto de Jesús: amar a los demás, amarle como a nosotros mismos y amarle no de palabra sino con obras.
Necesitamos cambiar nuestro mundo: el de nuestra familia, amigos, vecinos, etc.
El Papa Francisco, en su mensaje de cuaresma nos invita a vivir la Cuaresma como camino de conversión, de oración, y de compartir nuestros bienes, Nos hace una llamada a fortalecer la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.
Una fe que nos lleva a escuchar su palabra y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.
Una esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino.
En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, el tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a Dios, que sigue cuidando de nosotros.
En esta Cuaresma, estemos más atentos a decir palabras de aliento, que reconforten, que fortalezcan, que consuelen, que estimulen, A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia.
Una caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.
La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado, solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.
La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad.
Vivamos con ilusión esta cuaresma, aprovechemos esta oportunidad Dios para avanzar en nuestra vida cristiana y respondamos a la invitación del Papa a vivirla desde la fe, la esperanza y la caridad
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Miguel Ant. Lantigua Barrera