Papa Francisco: El temor de Dios no es miedo, es humildad.


El Santo Padre explica que la humildad del pequeño es la que camina en la presencia del Señor, no habla mal de los otros y mira solamente el servicio.

 (ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Dios revela el misterio de la salvación a los pequeños, no a los sabios y entendidos. Así lo ha recordado el papa Francisco en la homilía de la misa en la residencia Santa Marta celebrada este martes. Haciendo referencia a las lecturas del día, el Santo Padre se ha detenido sobre la virtud de los pequeños que es el temor de Dios, no miedo, sino humildad.
“La alabanza de Jesús al Padre” que narra el Evangelio de Lucas, es porque el “Señor revela a los pequeños los misterios de la Salvación, el misterio de sí mismo”.  Así, el Pontífice ha subrayado la preferencia de Dios por quien sabe entender sus misterios, no los sabios y los entendidos, sino el “corazón de los pequeños”.
Además, ha explicado que también la primera lectura que está llena “de pequeños detalles” , “va en esta línea”. El profeta Isaías habla de un “pequeño brote” que “nacerá del pequeño tronco de Jesé” y no de “un ejército” que llevará la liberación.
En esta misma línea ha hablado además de los pequeños protagonistas de la Navidad. “Después, en Navidad veremos esta pequeñez: un niño, un establo, una madre, un padre… Las cosas pequeñas”, ha observado. Corazones grandes –ha señalado– pero actitudes pequeñas.
El Santo Padre ha insistido en que el “temor del Señor no es el miedo”, es, “hacer vida el mandamiento que Dios ha dado a nuestro padre Abrahán: camina en mi presencia y sé irreprensible”. Por eso, el Papa ha precisado que esta es la humildad, el temor del Señor es la humildad.
Y solo los pequeños –ha precisado– son capaces de entender plenamente el sentido de la humildad, el sentido del temor del Señor, porque caminando delante del Señor, mirados y cuidados, sienten que el Señor les da la fuerza para ir adelante.
Es así que el Papa explica cómo es la verdadera humildad: “Vivir la humildad cristiana es tener este temor del Señor, que no es miedo”. Al mismo tiempo ha añadido que “la humildad es la virtud de los pequeños, la verdadera humildad, no la humildad un poco teatral”. Por eso ha advertido que decir “yo soy humilde  estoy orgulloso de serlo”, no es verdadera humildad. La humildad del pequeño –ha precisado– es la que camina en la presencia del Señor, no habla mal de los otros, mira solamente el servicio, se siente el más pequeño.
Por otro lado, el Pontífice ha aseverado que es “muy humilde” la joven que Dios “mira” para “enviar a su Hijo” y que enseguida va donde su prima Isabel y no dice nada “de lo que había sucedido”. La humildad –ha insistido Francisco– es así, caminar en la presencia del Señor, felices, alegres porque somos“mirados por Él”, “exultantes en la alegría por ser humildes” como narra Jesús en el Evangelio del día.
Para concluir la homilía, el Pontífice ha indicado que mirando a Jesús que exulta en la alegría, porque Dios revela su misterio a los humildes, podemos pedir “para todos nosotros la gracia de la humildad, la gracia del temor de Dios, del caminar en su presencia tratando de ser irreprensibles”. Y así, con esta humildad, “podemos estar vigilantes en la oración, trabajando en la caridad fraterna y exultantes en la alegría en la alabanza”.Por: Redaccion Papa Francisco | Fuente: ZENIT – Roma / 29 Noviembre 2016 

CONVOCATORIA PARA EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN PARA ADULTOS.


¿Y…por qué no me planteo mi fe en serio? ¿La fe no podrá ayudarme a vivir más feliz? ¿Me he parado a pensar por qué y para que creer?
 


Vamos a iniciar un grupo de preparación para mayores de 18 años sin límite de edad.

Primer encuentro: martes próximo, 29 de noviembre, a las 8 de la tarde en el Complejo Parroquial.

Nota: en este encuentro decidiremos el día de reunión que a todos les sea posible participar.

Hoy no podemos tener fe solo porque nos bautizaron. Necesitamos descubrirla, vivirla y testimoniarla. Decídete y prepararte para celebrar el Sacramento de la Confirmación.

Es importante que dediques un tiempo a profundizar en tu fe, a reflexionar sobre lo que significa ser creyente, a conocer las exigencias que plantea. Todo esto te ayudará, sin duda, a descubrir que vale la pena vivir la vida desde la perspectiva de la fe y a reafirmar tu decisión de ser creyente. Con ese objetivo te ofrecemos el Sacramento de la Confirmación.

Los que deseen participar se pueden anotar: en la sacristía, llamando al 928/781846 , en el archivo parroquial los miércoles y viernes de 9,30 a 12.30, también en las redes sociales de la parroquia y mandando un correo a: parroquiadeaguimes@gmail.com

 ¡ANÍMATE Y PARTICIPA!


El cielo y la tele.


Atesorar para el futuro, amar ahora para amar luego, eternamente, en el cielo.


Por un momento nos dedicamos a “canalear”. Canal 1: noticias. Canal 2: una película del Oeste. Canal 3: un programa sobre el arte colonial. Canal 4: un “reality show”. Canal 5: un concurso de canciones. Canal 6: una telenovela. Canales 7, 8, 9: publicidad...

El dedo pasa de una tecla a otra, la televisión cambia de imágenes y de sonidos. Por más que vamos hacia atrás, hacia delante, no encontramos nada, absolutamente nada, sobre el cielo...

La televisión nos llena de imágenes de lo inmediato. Noticias de guerras, escenas de terremotos, películas de ciencia ficción más o menos realistas. Tanta imagen puede embotar nuestra capacidad de fantasía, alejarnos de lo que vale realmente. A veces somos capaces de contar con mil detalles cómo ha sido una fiesta de sociedad que nos presentaron en televisión. Pero nos sentimos incapaces de decir tres palabras sobre lo que pueda ser el cielo.

Cierto: lo que ocurre tras la muerte es invisible. Nadie nos ha contado cómo es el cielo. Podemos imaginarlo de mil maneras, pero no hay ninguna cámara televisiva en un lugar que, por ahora, nos resulta inaccesible. Quizá por eso no pensamos mucho en lo que hay después de la muerte, en lo que espera a cada hombre y a cada mujer cuando cruza la frontera.

A pesar del vacío “televisivo”, el cielo sigue “allí”. Conviene pensar en él, soñar en la vida que nos espera, planear lo que vamos a hacer la mayor parte de nuestro tiempo cuando inicie la existencia futura, la vida eterna.

Es verdad que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”, como decía san Pablo (1Co 2,9-13). Pero también es verdad lo que sigue en ese mismo texto de la Escritura: “Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado” (1Co 2,9-13).

Tenemos el Espíritu de Dios. Cristo, el Resucitado, nos ha enviado un Consolador. Necesitamos a veces quitar algo de tiempo dedicado a la televisión para contemplar, para suplicar, para orar y pedir luz y comprensión de las verdades decisivas, de las certezas que pueden guiar nuestra existencia, con la mirada puesta en el cielo sin dejar de tener los pies sobre la tierra.

Desde la visión de Dios nos daremos cuenta de que no podemos vivir según el espíritu del mundo (un espíritu que aparece, muchas veces, en la televisión), sino según el Espíritu de Dios. Seremos capaces, entonces, de desapegar nuestro corazón de las frágiles riquezas materiales (Lc 12,21), de todo aquello que no puede dar vida eterna.

“A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera” (1Tm 6,17-19).

Atesorar para el futuro, amar ahora para amar luego, eternamente, en el cielo. No lo hemos visto (ni lo veremos) nunca en la pantalla de nuestro televisor. Pero con la luz de la fe, con la certeza del amor, con la alegría de la esperanza, nuestros corazones serán capaces de soñar en ese encuentro, eterno, dichoso, con un Padre que nos ama con locura.Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 

El Papa a los sin techo: «Perdón por los cristianos que ven a un pobre y miran hacia otro lado»(Vídeo 11-11-2016)


11 de noviembre de 2016.- (Radio Vaticano / Camino Católico) El Papa se ha reunido en el Vaticano con unas seis mil personas sin hogar. Es el primero de los tres días del Jubileo de las personas sin techo y los marginados. Fue quizá el primer encuentro multitudinario de un Papa con personas en situación marginada, y ellos no llegaron con las manos vacías. Por eso mismo, le dieron cientos de cartas y tiernos regalos. Se detuvo a escuchar sus testimonios. Luego, improvisó una meditación en la que pidió perdón en nombre de toda la Iglesia:
"Les pido perdón en nombre de los cristianos que no leen el Evangelio encontrando la pobreza en el centro; les pido perdón por todas las veces que los cristianos delante de una persona pobre o de una persona pobre miramos hacia otro lado. Perdón”.
Francisco pidió a estas personas sin hogar llegadas de toda Europa que no se rindan, que sueñen con construir un mundo mejor. Y sobre todo, que no dejen que nadie pisotee su dignidad:
"La vida se nos hace hermosa, somos capaces de encontrarla bella en las peores situaciones en las que ustedes viven. Eso se llama dignidad: esa es la palabra que me vino. La capacidad de encontrar belleza en las cosas más tristes y sufridas sólo puede hacerlas un hombre o una mujer que tiene dignidad: pobre sí, arrastrado, no. Eso es dignidad”.
Francisco pidió a los pobres que rezaran por él, para que sea fiel a su ministerio. Y lo hicieron con este gesto: imponiéndoles las manos.
El Papa dedicó más de la mitad del encuentro a saludar y a abrazar personalmente a muchos de los participantes, que estaban tan emocionados que provocaron algún susto a los guardaespaldas del Vaticano. En el vídeo se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre, la oración que ha hecho por todos los reunidos y la oración de intercesión que los sin techo han hecho por el Papa. 


ENCUENTRO DIOCESANO DE FAMILIAS, DOMINGO 27 DE NOVIEMBRE EN AGÜIMES.

Domingo,27 de Noviembre de 2016
de 10 horas de la mañana a 18 horas de la tarde.
Lugar: Colegio Nª.Sra del Rosario en Agüimes.

Nos acompaña nuestro Obispo
Monseñor Don Francisco Cases Andreu.



Invitación del Secretariado Diocesano de
Pastoral Matrimonial y Familiar




Si, un día me hablaron de Dios.


Cuando esa experiencia personal con Cristo llega, ya no cabe ninguna duda, vas tras sus huellas, lo acompañas...te enamoras de Él.

Señor, a mi también me hablaron de Ti.

Si, un día me hablaron de DIOS.

Nací de unos padres casados por el Sacramento del Matrimonio. Me contaron que me habían bautizado para entrar en el seno de la Iglesia Católica y desde entonces soy hija de Dios. Mis padres eran católicos practicantes y en mi hogar se rezaba.

De mis primeros años tengo el recuerdo de mi madre tomando mi manita y enseñándome a persignarme con el signo de la cruz. Y las primeras oraciones hacia un Dios que había sido mi Creador y que llegado su tiempo, una mujer, que se llamaba María, que era virgen y que ahora era también mi Madre en el Cielo, que fue la Madre de Jesús y que Jesús era hombre y también Dios y ÉL era el HIJO DE DIOS y su PADRE ERA TAMBIÉN NUESTRO PADRE y que a si empezaba la más bella de las oraciones... Y también me habló del Espíritu Santo al que había que pedirle: luz y consuelo...

Hice mi Primera Comunión y creo recordar que estaba más entusiasmada con mi vestido blanco que por lo que iba a hacer... Yo también era una católica practicante por eso, tan solo porque me habían hablado de TI.

Pero todo esto....¡no basta!

Hay fe, pero esa fe es como una herencia que recibimos de labios y del corazón de nuestros padres, como un camino a seguir y que nos pusieron en él para que fuésemos felices.

Caminar por él... no basta...

Se necesita...¡una experiencia personal con Dios!.

Y cuando esa EXPEREINCIA PERSONAL CON CRISTO llega, ya no cabe ninguna duda, vas tras sus huellas, lo acompañas en los pasajes de su vida aquí, en la Tierra, subes con El a la montaña de las Bienaventuranzas, te acercas a la Santísima Virgen María y a San José en una noche estrellada y te rindes de rodillas ante el Nacimiento del Salvador.

Estás con El en la Última Cena y por eso sabes "que estaba triste"... Te acercas a El en el Huerto de los Olivos y con El aprendes a decir, aunque tengas miedo, aunque estés llorando, !Hágase tu Voluntad!.

Y lo ves luego, cuando los azotes caen sobre su espalda desnuda y su piel se rasga... Y te duele el corazón y le sigues por el camino donde lleva la Cruz sobre sus hombros y entonces es cuando tu cruz o tus cruces te parecen pequeñas y ya no te quejas.

Ves los ojos de María, su madre, que luego será también nuestra porque Jesús antes de morir nos la regala, y sabes que no puede haber ojos con tanto dolor como los de Ella.

Desearás muchas veces besar esas manos y esos pies que están atravesando unos clavos y luego lo miras y ya es una figura patética alzada en una cruz de madera, con una corona de espinas y unos labios pálidos y resecos que están pidiendo "el perdón por nuestros pecados"...

Y lo ves más tarde, ya muerto en los brazos de su Madre...

Para luego acompañarle camino de Emaús, ¡ya resucitado! Y como sus acompañantes le dices, le suplicas: ¡Quédate, se está haciendo tarde, se pasa la vida, se llega la cuenta, la eternidad... quédate conmigo, Señor!. ¡Y El se queda!

Y esa experiencia personal te hace saber que ya no te dejará, que siempre estará junto a ti, pase lo que pase, hasta el fin de tus días, hasta el momento de encontrarte cara a cara con El, que ahora si sabes que será el encuentro con quién tanto te amó, con quién dio la vida para que consiguieras que ese momento llegara, para el GRAN ENCUENTRO como a mi me gusta llamarle a la muerte…


SEÑOR, creo en TI, PERO AUMENTA MI FE.
Por: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net 

Nuestras aspiraciones.

Estamos insatisfechos con nosotros mismos, nos parece que los demás siempre y en todo, han tenido mejor suerte.
Aceptarnos como criaturas de Dios – son palabras que a menudo escuchamos y sobre las cuales meditamos. En muchas ocasiones estamos insatisfechos con nosotros mismos. Nos parece que los demás siempre y en todo, en la creación y en el crecimiento, han tenido mejor suerte. También nuestras acciones no han sido como hubiéramos querido que fueran. A menudo nos sentimos descontentos de nuestro aspecto, ocupación, ambiente… Además, nos parece que ni Dios es justo porque permite que el sol brille y que la lluvia caiga de igual forma, a los buenos y a los malos. La insatisfacción se acumula a pesar del hecho de que sabemos que como hijos de Dios hemos sido creados precisamente a su imagen y semejanza y de que somos irrepetibles.

Muchos escritores espirituales y maestros sostienen que de la aceptación de uno mismo y de todo lo que nos sucede, provoca el cambio de estado en que vivimos. Aceptarse a sí mismo no significa permanecer siendo el mismo y no cambiar nada. Aceptarse a sí mismo es sólo el comienzo del cambio que anhelamos. En caso contrario, permanentemente nos daremos vuelta en un círculo, nos sentiremos cansados y permaneceremos en la misma posición. De esa forma, se acumula la desesperación, crece la falta de esperanza, y al final la esperanza muere.

Una pregunta fundamental sería: ¿Qué anhela nuestro corazón – lo terrenal o lo celestial? Los criterios humanos no son los de Dios. Precisamente eso Jesús reprochó a Pedro cuando éste quiso apartarlo del camino que conducía a través de la cruz y el padecimiento a la salvación. Si durante toda la vida dirigimos nuestros pensamientos y fuerzas a los bienes terrenales y anhelamos “agradar” al mundo y no a Dios y a nosotros mismo, siempre estaremos distanciados de lo más importante: cómo somos ante los ojos de Dios y los nuestros. Por eso, si nuestra insatisfacción proviene debido a las cosas terrenales y a los criterios de este mundo, hemos sido llamados a volvernos a lo que supera este mundo efímero. En la Primera Carta a los Corintios leemos: “Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos.” (cfr. 1 Cor 12,31).

En nuestras aspiraciones se esconde también nuestra individualidad. Es muy importante conocer las propias aspiraciones. ¿Qué cosa realmente deseamos de esta vida? ¿Qué es lo más importante para nosotros? ¿Es fundamental ser bellos y ricos, si sabemos que la belleza es relativa y la riqueza efímera? Más importante que esto es gritar con el salmista las propias aspiraciones: “Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”.

¿Qué debemos hacer? Ante todo, como María, agradecer y alabar a Dios. Aceptar todo, realmente todo, lo que Dios quiere de nosotros – como María, Jesús, José y otros modelos de la Iglesia. Aceptación no significa aceptación de la impotencia y la extinción del deseo de cambiar, sino significa abrir las puertas a una transformación radical de la propia vida. Cuando María acepta la voluntad de Dios, el niño brinca en su seno y Ella da a luz a Jesús. Para nosotros es lo mismo: escuchar y comprender. Después se verifica en nosotros el inicio de una vida nueva y más santa, en la cual ya no es importante lo terrenal, sino lo que concierne al Cielo, desde donde esperamos la esperanza beatífica y la nueva venida del Salvador.
Por: Fr. Mario Knezovic | Fuente: Catholic.net 

El caer de las hojas nos recuerda la muerte. "Día de todos los difuntos",2 de noviembre.

Para quien está en el camino de la vida, es esencial preguntarse ¿qué sentido tiene mi presencia en este mundo?

Este tiempo de otoño está cargado de emociones, parece que la naturaleza llora con el caerse las hojas de los árboles, que aparecen en toda su desnudez.

Los paisajes adquieren un tono melancólico, lleno de colorido que hace pensar que la gente se muere.

Para quien piensa que el fallecer es el fin de trayecto, es un tema tabú del que no se habla, pues todo consiste en gozar de los placeres de la vida y la distracción del trabajo para no pensar en este final que suena a fracaso, pues todo acaba unos palmos bajo el suelo. Para quien está abierto al más allá, hay un sabor de victoria, después de consumar una carrera.

Lo diré con una historieta sobre un sabiondo que subió a una barca que cruzaba la gente de una parte a otra de un ancho río. Le dice al barquero: -¿sabes matemáticas?
- No. ¿Es grave?
- Es muy grave. Has malgastado al menos una cuarta parte de tu vida. ¿Conoces por lo menos la astronomía?
- ¿Esto es algo que se come o que?
- ¡Tonto! Has perdido al menos la mitad de tu vida. ¿Y la física, la conoces?
- Tampoco...
- Eres un pobre perdedor. Has desperdiciado las tres cuartas partes de tu vida.

En aquel momento, el barco golpeó unas rocas y se hundió. El barquero, viendo al sabiondo que se lo llevaba la corriente, le gritó:
-"¡Eh, sabio, ¿sabes nadar?!"
-"¡No!", contestó medio ahogándose...
-"Entonces acabas de perder las cuatro cuartas partes de tu vida... ¡toda tu vida!".

Es bueno conocer lo esencial. Para quien va en un barco, saber nadar es esencial. Y para quien está en el camino de la vida esencial es preguntarse ¿qué sentido tiene todo y qué pinto yo en la vida? ¿y después, qué?

Este mes que comienza con "panellets", castañas y boniatos en la fiesta de todos los santos y la memoria de los difuntos, hay algo que invita a pensar en estas preguntas esenciales, yo diría que con noviembre comienza un tiempo anual que invita a leer cosas serias, como los grandes novelistas... y así como los piñones y almendra picada, azucar y limón (y algo de harina) son ingredientes de la pasta de "penellets", el gran ingrediente de nuestra historia es un "sentido de la vida" que es el amor.

Y es necesario incluir todo en este sentido o proyecto de vida, pues sólo a la luz de él tiene explicación la muerte, la gran misteriosa ("en la vida todo es amor o muerte", dirá Gertrud, la protagonista de la gran película de Dreyer). Y el sentido del dolor, que como decía "Héroes del silencio" es un ensayo de la muerte.

No es masoquismo sufrir, si el sufrimiento tiene un sentido de amor. Entonces, cuando el amor lleva al sacrificio, el dolor –por ejemplo ante los seres queridos que han fallecido- adquiere un valor, no sólo como recuerdo, sino actualización del amor que no desaparece: el amor que no ha nacido para ser eterno no ha existido nunca.

Esta memoria de los difuntos nos ayuda a portarnos mejor y así en los momentos de desfallecimiento el pensamiento puede ser: "¿qué le pondría contento a...?" y esto anima a luchar: "he de hacerlo por mí y por él, por ella..." se adquiere una madurez y sentido de responsabilidad.

En el diálogo de la película de "El Rey león" cuando el hijo le pregunta si estarán siempre juntos, le dice el padre: "allá en las estrellas están los reyes que nos miran... cuando yo esté allí estaré mirándote, no te dejaré..."

Hay una comunicación entre los de aquí y los que han cruzado el río de la vida, y podemos ayudarles con nuestros esfuerzos y sacrificios (el sentido profundo de los sufragios por los difuntos) y ellos nos animan como espectadores que están viendo nuestro partido, pues estamos corriendo en el campo y ellos desde la grada: "¡venga, ánimo... mete este gol!" Y aquella sonrisa o detalle de servicio será un ingrediente para este manjar que se amasa con amor.
Por: Llucià Pou i Sabaté | Fuente: Catholic.net 

Ser santo es un don y regalo de Dios.(Día de Todos los Santos 1 de noviembre)

Todos los cristianos estamos llamados a la santidad......si ¡todos!



"Todas tenemos ya una aureola sobre nuestra cabeza", me comentó, con cierta ironía, una señora después de un retiro espiritual en el que invité a un grupo de madres de familia a ser santas. Con sus esposos me fue más o menos igual: "¿No cree usted, padre, que eso de la santidad es una palabra demasiada pía?", me dijo uno de ellos. ¿Qué opina usted, querido lector?

¿Quieres ser santo? Veamos qué nos dice el Papa:

La Iglesia vive "un confiado optimismo, aunque sin minusvalorar los problemas. No nos satisface ciertamente -afirma el Papa - la ingenua convicción de que haya un fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será un fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!".


"¿Qué hemos de hacer?", nos pregunta el Papa al mismo tiempo que ofrece la respuesta: "En primer lugar, no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad" . Sus palabras son claras y lo afirma sin dudar: todo trabajo pastoral debe buscar la santidad. Ya sé lo que usted está pensando. También el Santo Padre lo sabe. Por ello, te dice: "Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos: Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor". ¿Te convences? El Papa no se refiere solamente al sacerdote de tu parroquia o a la monjita del colegio de tu hija. Se refiere a ti. Sí, a ti, no dudes: tú debes ser santo.

"Nosotros también somos Iglesia" es una frase que muchos repiten, por desgracia, para opinar en contra del Vicario de Cristo y de los obispos.

De acuerdo, somos Iglesia. Por ella, Cristo "se entregó, precisamente para santificarla. Este don de santidad, por así decir, objetiva, se da a cada bautizado". El gran privilegio de ser Iglesia no es el poder opinar sino el poder llegar a ser santo como la Iglesia es santa.

Quizás conoces una película muy famosa hace unos años: "El soldado Ryan". Un grupo de militares recibieron la misión de sacar de la línea de fuego de una batalla a un soldado llamado Ryan. Después de muchas peripecias que costó la muerte a algunos de los militares, lo encontraron pero el bueno de Ryan no quería dejar la batalla. Entonces el jefe de la expedición le incriminó: "¿eres consciente de lo que ha costado encontrarte y salvarte la vida?" Jesucristo nos podría interpelar del mismo modo: "¿eres consciente que lo que me ha costado darte la posibilidad de ser santo y salvarte como para que ahora no quieras aceptarlo?"

En realidad ser santo es, primero de todo, un don y regalo de Dios.

Pero también es "un compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana". En efecto, al momento de bautizar la pregunta "¿quieres recibir el Bautismo?, significa al mismo tiempo preguntarle, ¿quieres ser santo? Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial". Desde ese momento, si queremos ser coherentes, en todas las acciones de la vida diaria debemos buscar ser santos, pues "sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial".

Y el Papa vuelve a recalcar: "este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos genios de la santidad. Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este alto grado de la vida cristiana ordinaria".

Después de leer las palabras del Santo Padre, te propongo nuevamente la pregunta del inicio: ¿quieres ser santo?
Por: P. Juan Carlos Ortega Rodríguez | Fuente: Catholic.net